Esperanza Labrador

 

Esperanza

Con esa voz hecha de otros paisajes, de otras orillas, Esperanza Labrador recorre su historia y sus mudanzas, desde su Cuba natal llega una brisa, desde su vida en España se oye una copla, y una sonrisa que mira fijo a los ojos, que abre todas las puertas del alma.

Lleva en su nombre el sentido que llevó a miles de jóvenes a pelear por un mundo diferente, a creer que los sueños serán aún mejores al despertar.

En la noche larga del terror, entre las ausencias y el despojo planificado, Esperanza supo sobreponerse como nadie para enfrentar a los verdugos, en la puerta misma de los infiernos, Un día permaneció horas dentro del Comando del Segundo Cuerpo de Ejército hasta que alguien salga a dar respuestas.

-“Señora, si su hijo es un montonero”, respondía Leopoldo Fortunato Galtieri, desde la soberbia de quien decide la vida y la muerte.

Palmiro Labrador, su hijo, había desaparecido el 10 de septiembre de 1976, tiempo después sería asesinado su marido y otros dos hijos, y la casa despojada.

-“Si los montoneros son todos como mi hijo, Pues que vivan los montoneros!”

La voz en cuello de Esperanza paralizaba a los verdugos, que solo podían echarla a los empujones... _“Saca esa mano de ahí, hijo de puta, que esa mano esta llena de sangre de mis pobres hijos”

Junto a su hija, Manolí, junto a las Madres mantuvo la lucha inclaudicable, consiguió que Galtieri y otros represores sean citados por el Juez español Baltazar Garzón y sean por siempre llamados asesinos de lesa humanidad.

-“Yo muchas veces pienso cómo estaremos vivas las madres. Cómo estaremos vivas con todo lo que hemos hecho, cómo hemos jugado con la muerte...”

Esperanza se pregunta y Manolí nos dice que los asesinos nunca contaron con las Madres, nunca habrían podido imaginarlo, el movimiento de las Madres no se terminará nunca, es para toda la vida.

El infierno verdadero

Entre las 5 y las 7,
cada día,
ves a un compañero caer.
No pueden cambiar lo que pasó.
El compañero cae,
y ni la mueca de dolor se le puede apagar,
ni el nombre,
o rostros,
o sueños,
con los que el compañero cortaba la tristeza
con su tijera de oro,
separaba,
a la orilla de un hombre,
o una mujer.
Le juntaba todo el sufrimiento
para sentarlo en su corazón
debajito de un árbol
El mundo llora pidiendo comida
Tanto dolor tiene en la boca
Es dolor que necesita porvenir
El compañero cambiaba al mundo
y le ponía pañales de horizonte.
Ahora, lo ves morir,
cada día.
Pensás que así vive.
Que anda arrastrando
un pedazo de cielo
con las sombras del alba,
donde, entre las 5 y las 7,
cada día,
vuelve a caer, tapado de infinito

Nuestras Madres

. Elsa Masa

. Marta Hernández

. María Irma Molina

. Elena Belmont

. Norma Vermeullen

. Noemí de Devicenzo

. Élida López

. Darwinia Gallichio

. Nelma Jalil

. Esperanza Labrador

. Matilde de Toniolli

. Lila Forestello

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