Por Jorge Cadús / 21 de Marzo de 2012
MURIÓ JOSÉ ALFREDO MARTINEZ DE HOZ
EL EMPRESARIO DE LA REPRESIÓN
José
Alfredo Martínez de Hoz, quien fuera el primer
ministro de economía de la dictadura instalada
en marzo de 1976, y uno de los ideólogos del
plan económico que condenó a miles de personas a
la miseria planificada, murió este sábado 16 de
marzo. El empresario construyó su poder -y gran
parte de su impunidad- desde la firma Acindar,
asentada en Villa Constitución. Lo que sigue es
parte de su historia, reunida en el trabajo
"Villa Constitución. La utopía color del río",
de próxima aparición.

UNA MUERTE EN LA IMPUNIDAD
La noticia no pasó desapercibida en los
grandes medios de difusión.
"El ex ministro de Economía de Jorge Rafael
Videla durante la última dictadura militar, José
Alfredo Martínez de Hoz, murió hoy a los 87 años
y mientras cumplía arresto domiciliario en el
marco de la causa por el secuestro de los
hermanos Gutheim en 1976", repetía la mayoría de
las crónicas del 16 de marzo del 2013.
Y recordaban que "durante su gestión Martínez de
Hoz aplicó políticas de endeudamiento externo,
gran apertura comercial y financiera que
destruyó la industria nacional y generó un
mercado de capitales altamente especulativo.
Entre 1976 y 1981, que estuvo al frente del
Ministerio de Economía, la deuda externa
argentina se cuadruplicó".
"Tras el retorno de la democracia en 1983,
Martínez de Hoz fue encarcelado por su
complicidad en las actuaciones represivas y en
la desaparición de personas, pero fue indultado
en 1990 por el ex presidente Carlos Menem. En
2006 la Justicia declaró la nulidad del indulto
y reabrió una causa en la que fue acusado junto
con el ex dictador Jorge Rafael Videla y el ex
ministro del Interior Albano Harguindeguy del
secuestro extorsivo en 1976 de dos empresarios,
Federico y Miguel Gutheim, de la empresa textil
Sadeco, para forzarlos a cerrar un negocio de
exportación con Hong Kong", resumían las
publicaciones.
Y completaban el breve recorrido diciendo que
"en 2010 la Justicia dictó su prisión preventiva
en esa causa y en diciembre del año pasado, la
Cámara Federal confirmó la prórroga de la
prisión preventiva. El ex jefe del Palacio de
Hacienda cumplía la prisión preventiva en su
piso del exclusivo edificio porteño Kavanagh,
del barrio de Retiro".
ACINDAR Y MARTINEZ DE HOZ
El 20 de mayo de 1968, José Alfredo Martínez
de Hoz fue designado por primera vez presidente
del Directorio de Acindar, la firma nacida en
1942, en Rosario, de la mano del ingeniero
Arturo Acevedo, que con los años se convertiría
en la planta de laminados más importante del
país.
En 1951, Acindar había desembarcado en Villa
Constitución, y de la mano de la estatal Somisa,
en San Nicolás dibujaban el mapa de la
producción de acero argentino, al tiempo que
darán forma a la geografía social del sur
provincial.
La muerte de Arturo Acevedo, y la decisión de
otro ingeniero "histórico" en la empresa, José
María Aragón, de no asumir el cargo por razones
de salud, hicieron posible el desembarco de este
hombre a quien Daniel Muchnik describe como "una
figura prestigiosa en los círculos financieros y
en los sectores que representan los intereses
monopólicos de las empresas transnacionales.
Abogado -graduado con medalla de oro en 1950-,
funcionario de empresas y académico de Derecho
Agrario, este hijo de familia de alcurnia
agroganadera ya había transitado por la función
pública como Ministro de Economía de la
provincia de Salta en 1956. Luego ocupó la
presidencia de la Junta Nacional de Granos en
1957 y 1958, y los cargo de Secretario de
Agricultura y Ganadería y Ministro de Economía
entre 1962 y 1963".
Muchnik retrata a Martínez de Hoz, nacido en
agosto de 1925, como un "hombre terco de modales
austeros, delgado, de contextura aparentemente
frágil pero trabajador infatigable -cumplía
jornadas de 18 horas- Martínez de Hoz, quien
había estudiado en la Universidad de Cambridge
en su juventud, y se había codeado con
militantes social cristianos, -estaba
estrechamente vinculado a la Asociación
Cristiana de Dirigentes de Empresas- se
destacaba como orador de gran verba y
perseverancia en el discurso, con excelente
dominio del inglés y contactos de primera línea
en el mundo financiero internacional".
A mitad de la década del 40, Martínez de Hoz
participaba en las reuniones del club Demos. Ese
club -cuenta el periodista Vicente Muleiro-
"reunía a jóvenes antiperonistas, en el café
Richmond de la calle Florida". La continuidad de
esa agrupación de veinteañeros liberales,
antiperonistas y anticomunistas fue el club
Azcuénaga, "que debió su denominación a una casa
ubicada en calle Azcuénaga de la Capital. El
anfitrión era el coronel de caballería Federico
de Álzaga, Jaime Perriaux era uno de los
animadores", completa Muleiro. Precisamente el
llamado grupo Perriaux será quien provea de
funcionarios civiles al Golpe de Estado de 1976.
EL VILLAZO
En los primeros años de la década del '70 la
seccional Villa Constitución de la Unión Obrera
Metalúrgica (UOM) sufrió una serie de
intervenciones dictadas desde la conducción
nacional, con el objetivo de evitar que esa
delegación cayera en manos de un sector gremial
disidente. Ese sector, surgido del Grupo de
Obreros de Acindar (Goda); había dado lugar a
otras organizaciones sindicales, como que
confluyeron en la Lista Marrón.
En 1973, el mismo año en que aquella Lista
Marrón, de la mano de Alberto Piccinini,
extendía su influencia entre los metalúrgicos de
toda la región, Acindar formaba nuevo
directorio. La reunión de accionistas,
controlada por la familia Acevedo y la US Steel
Company, designó el directorio de la empresa,
manteniendo a José Alfredo Martínez de Hoz como
presidente, con Arturo y Jorge Acevedo en el
directorio y Eduardo Acevedo de gerente general.
Sobre José Alfredo Martínez de Hoz cuenta el
historiador Norberto Galasso: "había cometido
sus primeras travesuras nocturnas en el haras
familiar de Chapadmalal -castillo normando de
por medio- para pasar luego a presidir las
reuniones de directorio de Acindar y ejercer
entusiastamente la vicepresidencia de la
Compañía de Electricidad Ítalo Argentina. Según
las malas lenguas, su agilidad era tal que podía
saltar, en un solo brinco, desde Chapadmalal y
Villa Constitución hasta el piso 16 del edificio
de la United Steel Co, en la ciudad de Nueva
York. A su vez, tenía sus afectos repartidos:
Videla, en el Ejército, y David Rockefeller, en
el Chase Manhattan Bank".
El negocio era floreciente: "la estatal Somisa
les vendía materia prima a precios menores que
el costo y exportaban buena parte de la
producción con dólares subvaluados", señalan
Martín Caparrós y Eduardo Anguita en su trabajo
"La voluntad". Solamente en el período 1970/1975
Somisa transfirió a Acindar más de 100 millones
dólares mediante los menores precios de los
insumos, en este caso, por venta de palanquilla
a un valor promedio menor al normal.
Al mismo tiempo que el negocio prosperaba, se
renovaban las intervenciones de las delegaciones
sindicales, desconociendo a las Comisiones
Internas surgidas en elecciones.
En 1974, el secretario general de la UOM,
Lorenzo Miguel, nombró a dos hombres de
confianza como interventores: Jorge Ramón
Fernández y Lorenzo Oddone llegaron a Acindar,
abucheados por los trabajadores.
Al día siguiente de su llegada expulsaron de la
UOM a once trabajadores: cinco de la Comisión
Interna, y seis delegados de la Marrón. Una
asamblea resuelve un paro que rápidamente se
transforma en ocupación de la planta. Nacía para
la historia obrera argentina uno de sus hechos
más recordados: el Villazo. Una huelga con toma
de fábricas, control obrero de la producción,
organización de piquetes, colocación de
barricadas y grupos de obreros de autodefensa.
Allí estaban los trabajadores de Acindar, de
Metcon (subsidiaria de la Ford), de Marathon, de
Vilber, pero también estaban allí los obreros de
los pequeños talleres contratistas de la región.
Y la solidaridad del gremio textil, portuarios,
bancarios, docentes, el Centro de Comercio de
Villa Constitución -que adhieren a la huelga el
mismo 8 de marzo- y de la Federación Agraria
Argentina, que hace llegar alimentos a los
obreros en huelga. El sábado 16 de marzo,
después de una semana de lucha y movilización,
se lograba la firma de un Acta Acuerdo donde se
establecía el nombramiento de dos representantes
obreros por empresa; 120 días para la
normalización de la seccional y 45 días para la
elección del Cuerpo de Delegados y de la
Comisión Interna de Acindar y el nombramiento de
un delegado normalizador. Ese mismo día, una
asamblea general de las tres fábricas en Acindar
aprueba el acuerdo, y por la tarde, más de
12.000 personas marcharon hasta la plaza
principal.
Las elecciones en la delegación de la UOM
villense se concretaron entre el 25 y el 29 de
noviembre de 1974. La Lista Marrón se impuso con
más de 2.600 votos contra 1.300 de la Lista
Rosa, que respondía a la conducción nacional de
Lorenzo Miguel. Los sectores combativos
asumieron la conducción de la seccional Villa
Constitución de la UOM el 1º de diciembre de ese
año. La nueva conducción duplica la cantidad de
afiliados, normaliza los aportes de las empresas
y mejora los servicios de la obra social. Al
mismo tiempo, enfrenta a la especulación y el
desabastecimiento de productos básicos vendiendo
azúcar, aceite y harina en la plaza a precio de
costo, en una acción conjunta con la CGT local.
Pero aquella primavera democrática duraría poco
más de tres meses.
OPERATIVO SERPIENTE ROJA DEL PARANÁ
El 19 de marzo de 1975, el gobierno de María
Estela Martínez de Perón anunció por medio de un
comunicado de prensa que los organismos de
inteligencia habían detectado "un complot
subversivo tendiente a paralizar la actividad
industrial, con epicentro en Villa
Constitución". En la madrugada del 20 de marzo
comienza el llamado "Operativo Serpiente Roja
del Paraná": Villa Constitución es sitiada por
las fuerzas represivas Cuatro mil efectivos de
las llamadas "fuerzas conjuntas", más 500
matones a sueldo y grupos de la Juventud
Sindical Peronista (JSP), fundada por José
Ignacio Rucci, tomaron la ciudad. Una caravana
de un kilómetro y medio, compuesta por Ford
Falcon, patrulleros y celulares. Fuerzas
"legales" y acciones clandestinas de la Triple
A. Más de 300 obreros fueron encarcelados. Otros
secuestrados, torturados y asesinados.
Como respuesta a la represión, se lanza la
huelga general por tiempo indeterminado hasta la
libertad de todos los detenidos, a la que
adhieren otros gremios no sólo de la ciudad,
sino también regionales. Al mismo tiempo se
conforma un Comité de lucha, con dos delegados
obreros por fábrica: Acindar, Metcon, Marathon y
Vilber. También declaran la huelga los obreros
de la textil Cilsa, la Unión Ferroviaria y La
Fraternidad. La huelga metalúrgica del sur
santafesino se extendió a lo largo de 59 días,
con el apoyo de los pequeños comerciantes de la
zona.
Pero la represión arrasa con las vidas de Ramón
Alberto Cabassi, Miguel Angel Lobotti, Juan
Carlos Ponce de León, Adelaido Viribay, Rodolfo
Ángel Mancini, Jorge Chaparro, Juan Bautista
Corbalán, José García, Concepción De Grandis,
Carlos Ruescas, Julio Palacios, Juan Carlos
Taborda, Fabián Rodríguez, Juan Carlos Salinas,
Oscar Raúl Ojeda, Domingo Salinas, Carlos
Antonio Tonso, Pedro Antonio Reche y Jorge
Andino.
El 17 de mayo, con un largo saldo de delegados
detenidos, de obreros muertos, secuestrados y
torturados, una asamblea decide levantar la
huelga el 19 de mayo. Las empresas habían
amenazado con una cláusula de la Ley de Contrato
de Trabajo, que les otorgaba la posibilidad del
despido sin reincorporación en casos de medidas
de fuerza que superaran los 60 días.
Acindar, como las grandes empresas de la región,
colaboró en esos días activamente en la
persecución de dirigentes y militantes gremiales
y políticos. Así lo confirma -entre otros
testimonios- el relato del ex-comisario de la
policía federal, Rodolfo Peregrino Fernández, en
su declaración ante la Comisión Argentina de
Derechos Humanos, en 1983, donde desnudó la
conformación y funcionamiento de la Triple A.
Fernández relató la represión ilegal en Villa
Constitución contra los trabajadores de Acindar,
Metcon, Vilber y Marathon, como uno de los
principales hechos llevados a cabo por la banda
paramilitar. Agregó que el procedimiento fue
comandado por el comisario Antonio "Don Chicho"
Fischietti, quien había sido delegado de la
Federal en la provincia de Tucumán, describió
cómo se pagó dinero extra para generar las
detenciones y posteriores torturas en el
ex-albergue de solteros de la planta de Acindar.
"Las patronales de las industrias metalúrgicas
instaladas allí -señaló el ex-comisario-
establecieron una estrecha vinculación con las
fuerzas policiales mediante pagos
extraordinarios en dinero. Acindar se convirtió
en una especie de fortaleza militar, con cercos
de alambres de púas. Los oficiales policiales
que custodiaban la fábrica se alojaban en las
casas reservadas para los ejecutivos de la
empresa...".
"El presidente de Metcon, por ejemplo, retribuía
con una paga extra de 150 dólares diarios al
oficial de policía que dirigía su custodia
personal, por un servicio de vigilancia no
superior a las seis horas de duración", recordó
Peregrino Fernández. Al mismo tiempo remarcó que
"Acindar, pagaba a todo el personal policial
(jefes, suboficiales y tropa) un plus extra en
dinero, suplementario al propio plus que
percibían oficialmente los efectivos, tarea que
estaba a cargo del jefe de personal, Pedro
Aznáres, así como del jefe de relaciones
laborales, Roberto Pellegrini", indicó.
SANGRE Y NEGOCIOS
En los primeros años de la década del 70,
las patronales del agro y la industria nacional
encontraron representación en el Consejo
Empresario Argentino (CEA), presidido por José
Alfredo Martínez de Hoz, cargo al que había
llegado desde la presidencia en las firmas más
importantes del país. Su nombre era número
puesto para que el 2 de abril de 1976 se hiciera
cargo del Ministerio de Economía de la dictadura
recién inaugurada. Su plan económico había sido
elaborado a lo largo de todo 1975 con los
ejecutivos nucleados en el Consejo Empresario
Argentino, y al decir de Norberto Galasso, "su
presencia simbolizaba el acuerdo entre la vieja
clase dominante y el imperialismo
norteamericano".
Daniel Muchnik, autor de "Argentina modelo. De
la furia a la resignación. Economía y política
entre 1973 y 1998" define las bases de aquel
plan económico: "El propósito manifiesto era que
'la economía se saneara'. Que fuese 'competitiva
y altamente productiva', sin la intervención del
Estado. El propósito oculto era eliminar de
cuajo toda base de sustentación de las
'políticas populistas', acallar el sindicalismo
combativo, disciplinar a los obreros. Quebrar a
la pequeña y mediana empresa (industrial, rural,
comercial y financiera) equivalía a golpear en
el corazón de la 'resistencia'. Transformar a la
empresa grande nacional en ensambladora, en
subsidiaria de las casas matrices extranjeras,
en armadurías, fue el objetivo del Plan",
escribe Muchnik.
"Las Fuerzas Armadas llegaron al poder con
intereses que claramente depasaban la esfera de
lo económico, apuntando a lograr un
disciplinamiento social generalizado mediante un
cambio drástico de la antigua estructura de
relaciones económicas, sociales y políticas",
apunta Susana Torrado en su trabajo "La
estructura social de la Argentina".
El estamento militar construirá entonces una
alianza con el segmento más concentrado de la
burguesía nacional y de las empresas
transnacionales, que dará "por terminada la
industrialización como objetivo central del
proceso de desarrollo. En la concepción de las
Fuerzas Armadas, para lograr el ansiado
disciplinamiento político e institucional de la
clase obrera, más allá del avasallamiento de sus
instituciones corporativas y de representación
política, la estrategia más eficiente debía
consistir en una modificación drástica de las
condiciones económicas funcionales que habían
alentado históricamente el desarrollo de esta
clase", sostiene la investigadora.
Acindar será el botón de muestra de la represión
para la domesticación, del ajuste pagado por el
cuerpo de los trabajadores: de los 6.672
operarios de la firma a mediados de la década
del 70, para 1981 conservaban sus puestos
laborales solamente 4.794 obreros metalúrgicos.
Para finales de la década del 90, sumarán apenas
2.300 operarios.
La política económica aceleró hacia el pasado,
en un retorno a la Argentina agroexportadora: la
expansión de los cultivos quedaría determinada
por "su capacidad de competir en el mercado
mundial"; para la campaña 76/77 se eliminó la
fijación de precios sostén; se liberó el
comercio; se permitió a empresas montar puertos
propios; se privatizaron silos y elevadores
oficiales; y la Junta Nacional de Granos dejó de
intervenir, para terminar eliminada tiempo
después, en 1992.
Comienza la promoción del cultivo de soja,
conocido en Argentina desde 1867. Como lo
detallan Antonio Elio Brailovsky y Dina
Foguelman en el libro "Memoria Verde", las
multinacionales de producción y comercialización
de granos "que operan en el país promocionaron
el cultivo para incorporarlo a un mercado
internacional ya liderado por Estados Unidos y
la Comunidad Europea". Para instalar un por
entonces devaluado cultivo de soja "importaron
su tecnología en bloque". En Santa Fe, "la
provincia que incorporó la soja en forma más
generalizada, la producción se multiplicó trece
veces entre 1976 y 1986", registra ese estudio.
Para Norberto Galasso, "la apertura económica,
la liberación de las tasas de interés y la toma
de préstamos en el exterior constituyen los ejes
a través de los cuales 'Joe' impulsa la
reconversión colonial de la Argentina, ahora
decididamente en la órbita norteamericana".
BENEFICIOS PARA ACINDAR
A partir del nombramiento de José Alfredo
Martínez de Hoz como principal funcionario de la
dictadura militar, Acindar experimenta un
crecimiento notable. En la empresa de Villa
Constitución propiedad de la familia Acevedo, el
general Alcides López Aufranc reemplaza al
flamante Ministro de Economía; quien aprueba la
integración de la firma, por lo que se otorgan
los beneficios de la promoción industrial,
mediante un pre-contrato que él mismo había
firmado un par de meses antes pero como
presidente de la empresa.
Los decretos 261/75 y 228/76 encuentran a
Martínez de Hoz de un lado y del otro del
mostrador.
Tal como lo registra el historiador Norberto
Galasso, la firma, "que en 1976 sufría la
competencia de Tamet, Gurmendi y Santa Rosa,
alcanza a partir de la gestión de Martínez de
Hoz en el Ministerio de Economía un
impresionante crecimiento que la lleva a
engullirse a esas tres competidoras y
constituirse en 1984 en la empresa privada local
más importante de la Argentina en el ránking de
ventas. La cuarta en el país después de YPF,
Esso y Shell. Además, durante ese período, se
endeuda en el exterior en 700 millones de
dólares, deuda que fue trasladada al Estado en
1982 en su mayor parte a través de seguros de
cambio implementados por otro 'gato': Domingo
Cavallo...".
El desarrollo de Acindar, sin embargo, no se
concretó con capitales propios: la firma
participó activamente del proceso de
endeudamiento externo (su pasivo ascendió a
652.193.000 que transfirió al Estado); tuvo
acceso a los distintos regímenes de Promoción
Industrial (los beneficios incluían exención
impositiva a las ventas, garantía estatal para
la toma de créditos, y liberación de derechos de
Aduana para ciertos insumos); sólo en 1976
obtuvo avales del Tesoro Nacional por más de 80
millones de dólares; gozó de créditos del Banade
que jamás devolvió; se benefició con
protecciones arancelarias y tarifas
diferenciales para el consumo energético de sus
plantas.
Pero no sólo Acindar disfrutó los beneficios de
la gestión de Martínez de Hoz. El historiador y
periodista Osvaldo Bayer recuerda que el primer
ministro de economía de la dictadura era -en
1976- síndico de la firma alemana Siemens: "una
de las primeras medidas que tomó -oh,
casualidad- fue devolver a Siemens su empresa de
instalaciones telefónicas y pagarle varios
millones de dólares de indemnización. La
realidad es concreta...", sostiene Bayer.
LIDERAZGOS
Eduardo Basualdo, Claudio Lozano y Miguel
Ángel Fuks, autores del trabajo "El conflicto de
Villa Constitución. Ajuste y flexibilidad sobre
los trabajadores. El caso Acindar", sostienen
que la firma cumplió un papel central "en la
salvaje reestructuración del capitalismo
argentino que indujera la dictadura militar".
Para los economistas, "si se toma en cuenta que
a mediados de la década del setenta las familias
Aragón y Acevedo mantenían participación
accionaria en Loma Negra y el Banco Francés; si
se considera también que Martínez de Hoz
(presidente del directorio de Acindar)
articulaba los intereses del grupo con otros
holdings importantes, como Brown-Boveri, Bracht
y Roberts, y se destaca su simultánea
presidencia del Consejo Empresario Argentino, el
papel central cumplido en 1976 debe asociarse a
un claro rol de liderazgo en el medio empresario
local, respecto, fundamentalmente, del
disciplinamiento de la fuerza de trabajo".
Por esto, remarcan Lozano, Basualdo y Fuks,
"resulta lógico encontrar al grupo Acindar,
absolutamente involucrado en el origen de la
represión ilegal en la Argentina". Y por esas
mismas razones no es extraño que de la
presidencia de Acindar haya surgido el Ministro
de Economía de la dictadura; que hasta entrada
la década del 90 haya sido presidida por el
represor del Cordobazo, el general Alcídes López
Aufranc; y que su abogado para esos mismos años
haya sido Jorge Videla, el hijo del general
Jorge Rafael Videla, quien encabezó la dictadura
de 1976.
La política económica implementada por el hombre
surgido de las entrañas de Acindar tuvo un
aliado indiscutible: la represión en manos de
las Fuerzas Armadas. En palabras del mismo
Martínez de Hoz: "se actuó con una unidad de
orientación ideológica que permitía lograr una
verdadera acción de equipo".
EL CASO GUTHEIM
En 1988, el juez federal Martín Irúrzun
procesó y ordenó la detención de José Alfredo
Martínez de Hoz, por secuestro e intento de
extorsión de dos empresarios, en una causa
judicial iniciada hacia mayo de 1985, a partir
de la denuncia de la Fiscalía Nacional de
Investigaciones Administrativas, a cargo
entonces del fiscal Ricardo Molinas.
La noche del 5 de noviembre de 1976, fuerzas
policiales que actuaban en nombre del jefe de la
Policía Federal detuvieron al empresario
Federico Gutheim y su hijo, Miguel Ernesto,
titulares de la firma algodonera Sadeco SA. La
orden de detención emanaba del Decreto Nº2.849,
firmado por el general Jorge Rafael Videla, como
Presidente; y su Ministro del Interior, general
Albano Eduardo Harguindeguy. Ese decreto
disponía el arresto ya que la actividad de los
empresarios "atentaba contra la paz interior, la
tranquilidad y el orden público" en relación
"con las causas que motivaron la declaración del
estado de sitio".
Una vez detenidos, fueron sacados de la cárcel
en cuatro oportunidades (del 10 al 13 de enero
de 1977), para negociar un contrato por valor de
u$s 12.155.000 con empresarios radicados en Hong
Kong. De las reuniones, a las que Federico y
Miguel Gutheim llegaban esposados y custodiados
por personal policial, participaron funcionarios
del Ministerio de Economía y representantes de
empresas anglo-orientales (Gordon Woodroffe;
Hong Kong Spinners y Nan Fung Textiles entre
otras) y el gerente de la firma Dreyfus. De
acuerdo a los dichos de los funcionarios que
participaron de las reuniones, había un interés
directo del ministro de Economía, José Alfredo
Martínez de Hoz, en esos contratos.
Los Gutheim fueron liberados por decreto el 6 de
abril de 1977.
Aquel 1988, Martínez de Hoz permaneció poco más
de dos meses detenido en la Unidad Penal 22. El
14 de julio de ese año la Cámara Federal
confirmó las preventivas para sus socios, Videla
y Harguindeguy, y ordenó la libertad de Martínez
de Hoz, aunque no por falta de pruebas: el
decreto que ordenó la detención llevaba
solamente la firma de los militares.
En 1989, casi dos años después del
procesamiento, y con la investigación todavía
abierta, Carlos Saúl Menem firmó un decreto
donde los indultó.
Pero la causa revivió en junio del 2006, cuando
a instancias de organismos de Derechos Humanos,
el juez federal Norberto Oyarbide declaró nulos
esos indultos. A fines de abril del 2010, la
Corte Suprema de Justicia de la Nación, con una
mayoría ajustada, puso nuevamente a José Alfredo
Martínez de Hoz en las puertas del juicio y la
cárcel: confirmó la inconstitucionalidad del
indulto firmado por Carlos Menem, y recordó que
el crimen por el que se lo acusa es
imprescriptible. El ex-ministro respondió por
medio de una solicitada, donde afirmó ser
víctima de "una persecución interminable", y
acusó al gobierno nacional.
Inmediatamente, el juez Oyarbide prohibió la
salida del país del ex hombre fuerte de los
comienzos de la dictadura militar. El martes 4
de mayo dictó su prisión preventiva "de
cumplimiento efectivo"; embargó sus bienes por
la suma de $ 2.000.000; y calificó al secuestro
de los Gutheim como delito de lesa humanidad.
Martínez de Hoz fue nuevamente detenido. Dice la
crónica publicada en el diario Página 12: "Los
efectivos de Interpol que fueron a detenerlo con
orden de trasladarlo a la división Delitos
Especiales de la Policía federal debieron
esperar horas hasta que un equipo médico
constató el estado de salud del anciano de 85
años, que según fuentes policiales, se
encontraba 'postrado'. Finalmente, fue retirado
en camilla y trasladado en ambulancia al
sanatorio De los Arcos".
Federico Gutheim falleció en 1995. Su hijo
Miguel, detenido junto a su padre, quedó como
responsable de los bienes de la empresa familiar
al mismo tiempo que es el representante de
compañías brasileñas del rubro textil. En su
trabajo "Detrás del espejo", Ricardo y Fernando
Molinas remarcan que esta causa descubre "que
esa política económica y la política represiva
más siniestra que recuerda nuestra historia,
estaban puestas al servicio de intereses
particulares, dirigidos desde el despacho del
propio Ministro".
EL PAÍS DE RODILLAS
"Ha quedado evidenciado en el trasuntar de
la causa la manifiesta arbitrariedad con que se
conducían los máximos responsables políticos y
económicos de la Nación en aquellos períodos
analizados (1976/ 1983)..." sostiene el Juez
Federal Jorge Ballestero en su Resolución de la
Causa Nº 14.467, de julio del año 2000. Y
completa: "Así también se comportaron directivos
y gerentes de determinadas empresas y organismos
públicos y privados".
La causa 14.467 fue iniciada en 1982 por el
abogado Alejandro Olmos, y es un recorrido por
la geografía de las impunidades cotidianas que
fueron construyendo la Deuda Externa Argentina.
Deuda que creció de 7.500 millones de dólares en
1975, a 55.000 millones de dólares en 1983. En
el medio, el 5 de julio de 1982, un tal Domingo
Felipe Cavallo, a cargo del Banco Central de la
República Argentina, estatizó la deuda de más de
650 millones de dólares de Acindar, junto a la
de otras doscientas empresas.
Para el 2001 de piquetes y cacerolas, esa misma
deuda externa arañaba los 132.000 millones. Que
se convertían en 155.000 millones de dólares si
se suma la deuda privada. Y a lo que habría que
agregar los 40.000 millones de dólares que
ingresaron en las arcas del estado, para
esfumarse rápidamente, producto de las
privatizaciones de las empresas nacionales.
El único procesado en la causa, José Alfredo
Martínez de Hoz, primer Ministro de Economía de
la dictadura, a donde llegó directamente
impulsado desde el directorio de Acindar,
resultó en aquel entonces sobreseído "en virtud
de operar la prescripción de la acción penal".
Más allá de la prescripción, más allá de los
olvidos del sistema y de la construcción de
impunidades permanentes, el fallo judicial es
contundente: la deuda externa argentina "ha
resultado groseramente incrementada a partir de
1976 mediante la instrumentación de una política
económica vulgar y agraviante que puso de
rodillas el país a través de los diversos
métodos utilizados (...) que tendían a
beneficiar y sostener empresas y negocios
privados -nacionales y extranjeros- en desmedro
de sociedades y empresas del estado que, a
través de una política dirigida, se fueron
empobreciendo día a día".
UN CIELO PARA MARTINEZ DE HOZ
Al momento de su muerte, José Alfredo
Martínez de Hoz enfrentaba -además de la causa
Gutheim- otros dos procesos judiciales: uno por
la desaparición de Juan Carlos Casariego de Bel,
que fuera director del Registro de
Investigaciones de la dictadura, secuestrado
después de oponerse a otro negociado del
ministro de la dictadura, la estatización de la
Compañía Ítalo Argentina de Electricidad; y otro
proceso como jefe de la asociación ilícita que
dio el Golpe de Estado el 24 de marzo de 1976.
La muerte le llegó antes que la Justicia para el
hombre cuya continuidad y permanencia en
aquellos primeros años de la dictadura -como lo
remarcaba el diario La Nación- "nadie
cuestiona"; el hombre "a quien tampoco nadie
respalda con mayor religiosidad que el teniente
general Videla. Exactamente eso: con un
verdadero acto de fe hacia la gestión del
ministro, lo que expresa, más que un apoyo
político, un apoyo virtualmente religioso".
En la edición de la revista La Semana del 29 de
diciembre de 1983, José Alfredo Martínez de Hoz,
devolvía gentilezas para con su jefe y socio en
el saqueo institucionalizado de estos arrabales,
Jorge Rafael Videla. Dice de él: "El general
Videla es un gran patriota, tiene una gran
altura moral, es íntegro en sus procederes y
posee un gran equilibrio".
Y completaba: "Si voy al cielo cuando me muera,
seguramente Videla estará allí. Si yo -guardando
las distancias- estuviera en lugar de Dios,
conociéndolo a Videla como lo conozco, no lo
dudaría".
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Imagen: Carina Barbuscia sobre fotos de archivo.
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