Noticias

Por Osvaldo Bayer / 15 de Marzo de 2013
24 DE MARZO DE 1976/2013: MIRADAS
LA MEMORIA EN NOSOTROS

El 20 de marzo de 1996, faltando pocos días para cumplirse los veinte años del golpe militar de 1976, Osvaldo Bayer pronunciaba su clase inaugural en la Cátedra Libre de Derechos Humanos, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Publicamos parte de la transcripción de esa clase: un texto preciso, sin concesiones, que permanece más allá del tiempo, y que abre -siempre- caminos nuevos para reflexionar sobre el golpe del 24 de marzo de 1976, sus promotores, sus cómplices, sus heridas abiertas.


 



"Hitler no fue ningún accidente de trabajo", escribió el escritor alemán Fritz Fischer.
Videla tampoco fue ni una casualidad histórica, ni una repentina aparición en la sociedad argentina. Videla es un producto nacido en el proceso de constante traición a la democracia argentina de todos sus factores de poder, partidos políticos, militares, poderes económicos, intelectuales, iglesias, sindicatos. Videla, en primer término, es un hijo legítimo de la educación que recibió y se sigue impartiendo en nuestras instituciones militares, pero al mismo tiempo, es el hijo putativo de radares de autodefensa de los poderes económicos, es la consecuencia directa de la absoluta falta de convicción democrática de los dos partidos mayoritarios argentinos o, por lo menos, de las estructuras que mueven su poder interno. En fin, Videla es la síntesis de un establishment argentino donde amigos y enemigos de intereses creados son circunstanciales protagonistas que se aporrean y golpean y terminan luego saliendo al escenario tomados del brazo y unidos cuando huelen algún peligro próximo.

La falta de vocación democrática de las organizaciones políticas y de los poderes que movieron siempre a la sociedad argentina se comprueba en el hecho por el cual todos aquellos que aceptaron y ejercieron cargos durante las sucesivas dictaduras, pudieron ser, sin problemas, ministros o funcionarios elegidos constitucionalmente.

"Hitler no fue un accidente de trabajo", las dictaduras de las fuerzas armadas en la Argentina no se dieron por casualidad, fueron el resultado de una sociedad insolidaria, superficial, egoísta, falta de ética, exitista. Videla y Massera comienzan ya en el momento en que en nuestras calles no se respeta al peatón: primero el camión, luego el colectivo, luego el auto y último el peatón, más todavía si es anciano o niño. El aprender esa norma de convivencia tendría que ser el primer capítulo para que los argentinos aprendamos lo que son los derechos humanos. Videla y Massera comienzan en cuanto hay políticos que no reaccionan, cuando en sus propios partidos hay afiliados declarados criminales de apellido Patti, elegido intendente de Escobar, o mercaderes de objetos robados a los desaparecidos, como Julio César Aráoz, alias el "Chiche" Aráoz, un funcionario fundamental del actual gobierno.

"Hitler fue culpable de todo", otro de los slogans con los que la sociedad alemana trató de disculparse a partir de mayo de 1945, dicho que para nosotros podría valer: los militares fueron los culpables de todo. La verdad es que Videla y Massera pudieron cometer tales crímenes porque la sociedad argentina se lo permitió, por consentimiento o por indiferencia. Por lo menos junto al retrato de Videla, en el repudio, también tendría que estar el de Martínez de Hoz, no menos culpable, y el de todas las estructuras del poder que apoyaron, aplaudieron o, por lo menos toleraron, sin abrir la boca, lo que ocurrió. Las grandes empresas, que con la ayuda de sus policías internas se desembarazaron de los delegados obreros, molestos para ellas. El espantoso caso de Villa Constitución por ejemplo, un comprobado caso de la mafia empresaria-militar y del sindicalismo burocrático. La iglesia, con una conducta oficial que debe repugnar hasta a los fieles más incondicionales. La universidad de los Bruera y los Ottalagano, que ayudaban a redactar las listas de profesores y alumnos que luego desaparecerían. La burocracia sindical, de donde luego salieron miembros de las patotas de las "Tres A".

En cualquier discusión acerca de los derechos humanos y la memoria hay algo que debe quedar bien claro: el Estado no puede arrogarse facultades que pisoteen los derechos primigenios de la individualidad humana. Ningún Estado deberá, bajo ningún pretexto, aun aludiendo a múltiples razones aparentemente racionales, declarar permitida la tortura de los detenidos, por más sospechosos que sean. Lo digo porque el tema se ha vuelto muy actual: me da mucha pena que un pueblo tan sabio como es el pueblo judío, haya adoptado una ley en donde se permite la tortura.
La defensa de los principios éticos fortalecerán siempre y harán invencible al Estado que los respete por encima de todos los argumentos tácticos o estratégicos, por encima de todos los terrorismos más trágicos, más todavía, en el denominado proceso de Videla y Massera, ya que sus integrantes fueron simples salteadores del poder sin legitimación alguna.

La memoria en nosotros significa precisamente eso, preguntarnos el por qué de la violencia de abajo en respuesta a la violencia de arriba, el estudio de la sociedad argentina y sus reiteradas traiciones a la democracia. Dilucidar el por qué del fracaso de esa violencia realizada desde abajo, y el por qué de la increíble y tal vez ya insuperable crueldad de la represión militar argentina. En nuestros análisis llegaremos al presente del "gatillo fácil", donde todo joven morocho y de pelo largo ha pasado a ocupar el cargo del presunto subversivo. Inventar demonios es mucho más fácil que preguntarse el por qué de las órdenes brutales de represión.

La memoria en nosotros. ¿Para qué? Como instrumento para la democratización de la sociedad argentina. No un mero y hasta falso mea culpa sino un análisis de cómo fue posible tanta perversidad, en una sociedad que se considera a sí misma cristiana y hasta amable.

La memoria en nosotros. Comencemos a abrir los claustros para el gran análisis y las búsquedas de los por qué, tenemos que estar preparados y preguntarnos cómo es que hemos llegado a la sociedad actual, desocupación, pobreza en aumento, humillación de la escuela pública, deterioro de la salud pública, jubilaciones de vergüenza. Debemos trabajar esto, por la responsabilidad que tenemos ante nuestros hijos, nuestros nietos, ante la generación actual, ante las próximas generaciones.

La memoria en nosotros. Para que no se nos vuelva a sorprender con la desaparición y la tortura en la defensa de denominados valores occidentales y cristianos. Esta cátedra será el ágora donde protagonistas y gentes sin nombres podrán exponer sus testimonios y sus defensas. No le tendremos miedo a la palabra y buscaremos los argumentos que nos llevan a desnudar las falacias y a buscar la verdad, sin la cual no habrá solución para los problemas de nuestra sociedad, de nuestro pueblo. Y lo haremos en paz, en libertad, en solidaridad.
No queremos vencer. Sólo queremos convencer.

**//**

Imagen: Carina Barbuscia sobre fotos de biblioteca.fadu.uba.ar y de archivo.





 

 

 

 

 
Alapalabra © Todos los derechos reservados