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Por Grupo Editor / 24 de Mayo de 2013
LA MUERTE DE JORGE RAFAEL VIDELA
LA SANGRE Y LA HISTORIA

La noticia sacudió a vastos sectores de la población: el 17 de mayo último murió Jorge Rafael Videla, símbolo máximo del terrorismo de Estado en la Argentina del siglo veinte. Había nacido el 2 de agosto de 1925, y cincuenta años después, en 1975, se convirtió en Jefe del Ejército Argentino. En ese rol, encabezó el golpe de Estado que derrocó al gobierno de María Estela Martínez de Perón, el 24 de marzo de 1976. Fue juzgado, condenado, destituido, indultado y vuelto a juzgar. Tenía varias condenas por delitos de lesa humanidad que lo llevaron a la cárcel, donde murió. Sin embargo, no fue juzgado por los delitos cometidos en nuestra región. Compartimos la voz de la querida Elsa Chiche Massa, y las palabras de Josefina Victoria Tosetto González, la entrañable Tana. La memoria, los vacíos y las certezas, tejiendo ese cruce de historias abiertas que es necesario transitar.

Audio: Elsa Chiche Massa - Madre de Plaza 25 de Mayo.



NOTICIAS / Por Josefina Victoria Tosetto González

De la radio salió una voz diciendo "murió Videla hoy a las 6 y media de la mañana…". Mi corazón se ahogó en las lágrimas que se agolparon y no podían salir todas juntas por mis ojos. Agarré el celular, llamé… "Gordo se murió Videla!" y por las lágrimas se le dificultaba entenderme. "Venite para acá conmigo", seguí con el teléfono en la mano, empecé a mandar mensajes… uno, dos, tres, no sé cuantos… respuestas no llegaban o no las veía, y ante mis ojos aparecían las imágenes congeladas de mi mamá, de mis tíos, de mi viejo y de mi abuela… no pude evitar el sentimiento de que les fallé, la condena no llegó por ninguno de ellos… luché por ella, quería escucharlo, mirarlo a los ojos mientras se mencionaban sus nombres, el de mi hermana, el de mi prima… el mío… y no llegó ese día.
Los que siempre miran para otro lado dirán que es revanchismo pero yo solo quería verlo, quería que alguien en el "Palacio de Tribunales", donde habita realeza sin título, le hiciera las preguntas que llevo durante mis 37 años en mi corazón ¿dónde está Dardo José Tosetto? ¿Qué le hizo? ¿Cuándo? ¿Su cuerpo? ¿Dónde está Amorosa Brunet? ¿Qué le hizo? ¿Cuándo? ¿Su cuerpo? Sé, sueno egoísta tal vez en pensar primero en los míos, aunque no solo pensé en ellos… pero la sangre tira… aún necesito los brazos que me refugiaban, de los que me arrancó él, Videla, cuando tenía 5 meses de vida negándome hasta mi identidad.

Sigo en el taxi y más adelante la voz agrega "…los familiares de las víctimas, supongo, que sentirán alivio al saberlo condenado por sus delitos…" Pero no puedo sentirlo, su muerte no me los devuelve, no aligera la carga sino que obliga a intentar redoblar el paso para que no se terminen de ir los responsables sin condena, que no mueran en sus casas, que no nos den respuestas…
En mi cabeza sigue mi abuela, 69 años tenía cuando la secuestró el Ejército que tenía a su cargo el reo más feroz que murió hoy en su cama. No tuvo ella prisión domiciliaria por edad o salud, el Estado no la cuidó, la desapareció.
Me resuenan en la cabeza la voz de uno de los compañeros que tuvo que comunicarle que sus dos hijas más chicas de 24 y 28 años habían sido asesinadas junto al marido de una de ellas, de 23 años, luego de haber sido salvajemente torturados y abusados, sus niñas habían recibido incontables tiros que le pusieron fin a todo ese dolor. Ella sabía que eso colocaba a 2 de sus nietas como desaparecidas. Rompió en llanto y colocó su cabeza entre sus manos intentando que no explotara de dolor.
El compañero me relató, tiempo atrás, la situación con lágrimas en los ojos, sabiendo que la más chica de las asesinadas era mi mamá, que la más chica de las nietas era yo. Me agrega que él y "Armando" (otro compañero desaparecido) lloraban desconsolados, ella despejó sus ojos con gran esfuerzo, limpió su voz, y les dijo "Ahora hay que seguir, siempre, hasta la victoria. No puede ser en vano todo esto, toda la sangre derramada…" Y los abrazó. La última vez que la vio seguía convencida, algo agobiada por el dolor, pero decidida.

También las pocas fotos de mi viejo pasan por mi mente. ¡Tanto tiempo buscándolo!
La primera de ellas la vi cuando supe quién era, faltaban 3 meses para que cumpliera 15 años.
Sería difícil enumerar todas las cosas que hice para encontrarlo, llegué a reconstruir parte de sus pasos hasta que llegó a la puerta del Hospital Español donde fue secuestrado y no pude encontrar su rastro posterior. Dentro de 3 días me van a sacar sangre para poder determinar que soy su hija. 37 años y medio después de su secuestro, 21 años después de venir intentándolo, y ahora agrego 3 días después de la muerte del que ideó esta tortura para mi mamá y mi papá, para mí, para todos.
Hace dos años cuando declaré ante el Tribunal Oral 2 de Rosario dije que "lo único que no pudieron robarme fue mi sangre y mi historia". Y es con eso que llego nuevamente a los escritorios de los jueces sordos, ciegos y mudos ante los poderosos dinosaurios y les pido que me entreguen lo que me dejaron robar, lo que no les importó defender, lo que es lo mío… mi nombre.
Mi mamá me llamó Josefina por mi papá, José; Victoria porque era la victoria de ellos dos.
En el 2002 logré que el González fuera por ella y sé que lograré pronto el Tosetto por él.
En mi partida de nacimiento quedará estampada que la jueza de menores dio la orden de registrarme aunque no hizo nada por defenderme, mi tía Judit lo solicita porque ella me rescató… pero un día lograré que figuren los que siempre tuvieron que estar allí, mis viejos, los que me esperaron, los que me amaron.

Ya no lloro. Mi camino es claro: del dolor solo se sale con la convicción que los que amamos nunca se van… Los que tanto quisieron quebrar, matar, desaparecer nunca dejaron de alzar su voz.
Yo la escucho, la siento en los que luchan por sus sueños, que son los míos, en los que elegí para compartir el camino.
Es verdad, hay alivio porque recibió varias sentencias judiciales aunque sea en nombre de pocos o de muchos, no lo vi en una sala de audiencia pero lo vi por la televisión… otro hombre inmortal lo hizo posible. Néstor me regaló ese día y Cristina me regalará los que vengan.
Estamos construyendo otro país donde los represores ya no están impunes y cómodos, qué lindo es saber que nos movemos hacia la Argentina que sueño.
La sonrisa vuelve a dibujarse en mi cara, horas más tarde, al pensar en ellos, en todos ellos, al pensar en el lugar donde pude llegar a pesar de tantas cosas que el muerto que no habló pensó para mí… y las palabras de mi abuela siguen en mi mente.
"Ahora hay que seguir, siempre, hasta la victoria…"

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Imagen: Carina Barbuscia sobre fotos de Alapalabra y de archivo.

 

 

 
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