Por Jorge Cadús / 16 de Mayo de 2013
ENTREVISTA A GERMÁN FERRARI
1983: EL AÑO DE LA DEMOCRACIA
El periodista y escritor Germán Ferrari acaba de
editar "1983. El año de la democracia". Un
trabajo indispensable a la hora de pensar ese
período difuso, enmarañado y denso en el que la
democracia se abrió paso, lentamente, a través
de las oscuridades de la dictadura militar. La
censura, la represión, las leyes del olvido, las
promesas electorales, las esperanzas desatadas,
las decepciones y las resistencias cotidianas se
dan cita en esta investigación inédita sobre un
año clave: el año del retorno de la democracia
en Argentina. Luces y sombras de un proceso que
sigue tendiendo sus brazos al presente. Una
historia abierta y encendida, que arde todavía
en los pasos que falta transitar.

"El año 1983 fue una bisagra en la historia
argentina reciente. Muchos de los protagonistas
de aquella época mantienen una presencia activa
en la vida política, social, económica, cultural
y deportiva del país. Y varios temas en debate
por esos días -derechos humanos, deuda externa,
democratización de la Justicia, violencia en el
fútbol- aún continúan en la agenda de la
sociedad", puede leerse en la contratapa del
libro "1983. El año de la democracia",
(Editorial Planeta, 2012), del periodista y
escritor Germán Ferrari. Y no es ése un dato
menor: "en 2013 se cumplen tres décadas del
momento en que la Argentina retornó a la
democracia: se acababa por fin la dictadura más
sangrienta que había conocido el país, la
sociedad abrazaba la esperanza del cambio con
fervor, la juventud volvía a acercarse a la
política".
La investigación minuciosa, detallada, de
Ferrari, recorre ese tiempo enlazándolo en forma
permanente con el presente, buceando en lo
profundo de sus raíces, y raspando la cáscara de
la historia oficial para revelar cuánto de ese
año sigue vivo en nosotros.
Para el periodista, "hay muchos trabajos sobre
la década del 70, falta bastante para que se
agote por su riqueza, pero del '83 en adelante
ha quedado todo un poco relegado. Cuando te
metes con ese año las ligazones con la década
anterior están presentes y es imposible
comprenderlas sin relacionarlas".
Y asegura que "también sucede con los
acontecimientos más cercanos, lo cual está
vinculado al paso del tiempo. Muchas de las
situaciones del 83 son similares a las que
vivimos hoy".
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- Este año se cumplen treinta años de la
llamada "vuelta a la democracia". Más allá de la
cifra redonda, que siempre moviliza al análisis,
¿por qué te parece necesario reflexionar sobre
el año 1983? ¿Qué temas pendientes de resolución
abrió ese año?
-Siempre es necesario volver al pasado para
reconocernos en el hoy. 1983 fue un año
fundamental en la historia argentina
contemporánea. Mi trabajo invita a la reflexión
sobre la importancia que tuvo el paso de la
última dictadura a la democracia y a los logros
y las deudas de esa democracia aún en
construcción a través de tres décadas de
vigencia ininterrumpida. Es un ejercicio
imprescindible tanto para quienes vivimos
aquella época –jóvenes o adultos– como para los
que hoy son treintañeros o más chicos y que ven
esa época en la lejanía, sin conexión aparente
con la actualidad.
Varios temas que empezaban a consolidarse en
aquel año hoy siguen siendo motivo de discusión:
las secuelas del terrorismo de Estado, la
democratización del Poder Judicial, la violencia
en el fútbol, la militancia juvenil, la
recuperación de las islas Malvinas, las
inundaciones, entre otros. Y se puede sumar
otros que tienen que ver con las coyunturas
socioeconómicas: la desocupación, el dólar, la
deuda externa, la inflación, la violencia
policial…
-¿Coincidís con la idea que el terrorismo de
Estado implementado por la dictadura tuvo –más
allá de alguna desarticulada resistencia
sindical- como única oposición al movimiento de
Derechos Humanos, con las Madres de Plaza de
Mayo a la cabeza? A partir del 30 de octubre,
¿qué relación se establece entre el nuevo
gobierno surgido de las elecciones y ese
Movimiento? En forma paralela, ¿qué posición
adopta el radicalismo en el poder frente al
panorama de los exiliados y su posible retorno a
la Argentina?
-El rol del movimiento de derechos humanos
fue imprescindible para desgastar a la dictadura
y forzar una salida electoral. Las ocho
organizaciones, con sus diferencias y acuerdos,
protagonizaron una oposición que en 1983 pudo
verse de manera decisiva en las calles, con
marchas y manifestaciones de repudio a la
dictadura –contra el "informe final" y la
autoamnistía, por ejemplo- o en el
acompañamiento de figuras como el demócrata
cristiano Augusto Conte, cuyo hijo aún permanece
desaparecido. Todas estaban de acuerdo en la
necesidad de implementar una comisión bicameral
en el Congreso para investigar el terrorismo de
Estado. Pero al imponerse la idea de Alfonsín de
conformar un grupo de notables, como fue la
Conadep, mostró las fisuras dentro del
movimiento. La APDH apoyó la iniciativa,
mientras que el Serpaj y Madres se opusieron. Y
ese debate también se dio en el interior del
radicalismo, en el que los sectores más
progresistas sostenían la necesidad de una
bicameral. Mientras Alfonsín hablaba en sus
discursos de los tres niveles de responsabilidad
para juzgar a los militares que participaron de
la represión, Luder ignoraba el tema. El
candidato radical se pronunció rápidamente en
favor de derogar al autoamnistía, mientras que
el aspirante justicialista primero aseguró que
era imposible y luego se desdijo. Luder
arrastraba un pasado vergonzante: había firmado
los famosos decretos de aniquilamiento de la
"subversión". El exilio era otro tema que
enfrentaba a Luder con el pasado. La mayoría de
los exiliados peronistas había pertenecido a la
izquierda –armada o no- de ese partido. En
diversos contactos con los exiliados, Alfonsín
intentó crear confianza en el retorno. Si bien
el regreso al país se produjo, aunque en forma
personal y desorganizada, prevalecía en ciertos
sectores –alimentada por la teoría de los dos
demonios- la idea de que quienes se habían ido
del país "en algo raro había estado". Juan
Gelman, Pedro Orgambide y Norman Briski no
pudieron retornar hasta muy avanzado el gobierno
radical, porque aún sufrían persecución
judicial.
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Germán Ferrari (Lomas de Zamora, 1969) es
periodista y docente universitario desde hace
más de dos décadas.
Colaborador habitual de las revistas Caras y
Caretas, Todo es Historia y Un Caño, y docente
de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora,
que en este trabajo recorre el mapa de los
últimos días de gestión de la dictadura a manos
del general Reynaldo Benito Bignone; las
campañas electorales; las elecciones celebradas
l 30 de octubre del 83; el triunfo del candidato
de la Unión Cívica Radical, Raúl Alfonsín y su
asunción el 10 de diciembre de ese año.
Y sobre ese mapa agitado, discontinuo y
cambiante, Ferrari traza la geografía social,
política, económica y cultural del país, a
partir de entrevistas a protagonistas de la
época, documentos, registros periodísticos y
archivos personales.
No es "1983" su primer libro editado. En el
2001, Ferrari abordó la figura de Rabindranath
Tagore en "Soñador de esperanzas" al tiempo que
analizó la producción de los medios difusión en
"La comunicación. Principio, fin y dilema de los
medios masivos"; en el 2006 publicó su
indispensable "Raúl González Tuñón periodista";
editó "Símbolos y fantasmas. Las víctimas de la
guerrilla: de la amnistía a la 'justicia para
todos'" en el 2009 y, un año después, "El Ave
Fénix. El renacimiento del sindicalismo
peronista entre la Libertadora y las 62
Organizaciones (1955-1958)", en coautoría con
Santiago Senén González.
De "Símbolos y fantasmas", precisamente, nació
su reciente publicación, con la idea de
profundizar en detalles de acontecimientos menos
conocidos: "me quedó picando la idea de estudiar
a fondo la vida de los argentinos en aquel
período, más allá de las elecciones
presidenciales", sostiene el autor.
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- En un memorable artículo publicado en la
revista Humor, el escritor y periodista Osvaldo
Soriano definió al triunfo de la Unión Cívica
Radical como "la coalición del miedo", y pedía
no olvidar "al motor de la historia", los
trabajadores. ¿Cómo vive el movimiento obrero
este período? ¿En qué situación lo encuentra la
convocatoria a elecciones y el proceso
electoral? ¿En qué relación de fuerzas frente al
poder económico que –en muchos casos- había
costeado la represión?
-La expectativa del movimiento obrero ante la
salida electoral está en consonancia con la que
vivían otros sectores de la sociedad, aunque, a
veces, se evidenciaban resquemores, por ejemplo,
con el movimiento de derechos humanos. Las
Madres de Plaza de Mayo le reclamaban a la CGT
que no había hecho lo suficiente para esclarecer
la situación de los trabajadores y dirigentes
sindicales perseguidos y desaparecidos. Un
abrazo en público entre Saúl Ubaldini, la figura
más representativa del sindicalismo opositor a
la dictadura, y Hebe de Bonafini intentó zanjar
un desencuentro histórico. Pero también había
una dirigencia que había colaborado con el
régimen. Allí hay que mencionar a figuras de la
"burocracia sindical" como Triaca, Baldassini y
Horvath, entre otros. Alejados de este sector
participacionista, empezaba a ganar terreno una
dirigencia joven, que intentaba recuperar los
gremios. Un caso emblemático es el de Germán
Abdala y Víctor de Gennaro en ATE.
Y no hay que dejar de lado la importancia
fundamental de Lorenzo Miguel, líder de la UOM,
en el armado electoral del peronismo, al elevar
a Italo Argentino Luder como candidato
presidencial y Herminio Iglesias como postulante
a la gobernación bonaerense.
El radicalismo intentó aglutinar a sectores
sindicales descontentos con las conducciones
tradicionales -Piccinini, Framini- para
respaldar lo que se conoció como "Ley de
reordenamiento sindical", también llamada "Ley
Mucci", que pretendía quebrar la relación entre
justicialismo y sindicalismo.
-La jerarquía de la Iglesia Católica avaló
con sus discursos la Doctrina de Seguridad
Nacional, base del accionar de la dictadura
militar. ¿Cómo se posicionó la Iglesia Católica
argentina ante la convocatoria a elecciones, los
intentos del gobierno de facto en retirada para
perpetuar la impunidad y el nuevo gobierno?
-Pueden distinguirse tres sectores muy definidos
dentro de la jerarquía católica. Un sector de
franca oposición a la dictadura, con una
participación decisiva en el movimiento de
derechos humanos, en el que sobresalieron los
obispos De Nevares, Novak y Hesayne; otro grupo
que manifestaba públicamente su adhesión a la
dictadura, representado, entre otros, por
monseñor Plaza; y un tercero, que ocupaba un
espacio intermedio, que se adaptó a los nuevos
tiempos. Un caso singular fue el de Justo
Laguna, opositor al régimen, con un discurso
moderado, que casi en soledad se mostraba
cercano al alfonsinismo.
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Los titulares del lunes 31 de octubre de 1983
anuncian un tiempo nuevo; vitales y frescos
vientos de cambio. "Alfonsín Presidente", aclama
el diario La Capital, y resume la expectativa de
toda una patria que se viste de expectativas:
"Con el respaldo de más del cincuenta por ciento
del electorado de la República se consagra la
fórmula presidencial que integran los doctores
Raúl Alfonsín y Víctor Martínez. Lentitud del
escrutinio oficial. Caen baluartes del PJ".
El electo presidente se apuraba a declarar:
"Hemos ganado, pero no hemos derrotado a nadie",
al tiempo que anunciaba que su gobierno
procuraría "afianzar la democracia levantando
las banderas de la unión nacional".
A las 8:15 horas del sábado 10 de diciembre de
1983, Raúl Alfonsín jura frente a la Asamblea
Legislativa, y se convirtió en el presidente
constitucional del país. El diario Clarín de ese
día anticipaba que Alfonsín, "luego de
pronunciar el discurso inaugural de su gestión,
se dirigirá a la Casa Rosada donde recibirá los
atributos de mando y tomará juramento a sus
ministros..."
"El periodismo gráfico tuvo mayor aire de
libertad para expresar el cambio de la
democracia, que no tuvieron la radio y la
televisión. Sin embargo, muchos periodistas
venían con los vicios de la dictadura, con la
relación con las fuerzas armadas y su actuación
como servicio de inteligencia", dice el
periodista. Y se sumerge en el concepto de
democracia, que "inundaba a la población, pero
no estaba internalizado por los medios de
comunicación. Éstos abogaban por un final rápido
y escandaloso del nuevo gobierno".
"El año 1983 fue inolvidable: para algunos, el
año de la esperanza; para otros, el del cambio;
y para todos, el año de la democracia. Nadie
podía negar que algo importante y trascendente
comenzaba a nacer", define Ferrari.
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-Hay imágenes y discursos grabados en el
inconciente colectivo de la patria: el Alfonsín
admonitorio de los discursos con el índice en
alto; Herminio Iglesias prendiendo fuego un
cajón con los colores de la UCR; el recitado del
prólogo de la Constitución Nacional; la imagen
crística de Juan Carlos Baglietto; el tono
monocorde de Ernesto Sábato; los cantitos de
Clemente. Voces e imágenes multiplicadas por los
medios de difusión. ¿Cómo definirías el rol de
esos medios en este proceso? Y puntualmente:
¿qué papel jugaron en la construcción de las
imágenes de los principales referentes políticos
Raúl Alfonsín e Ítalo Luder); y a la hora de
construir –o no- consenso alrededor de las
primeras medidas tomadas por el radicalismo en
el poder?
-Los medios de comunicación tuvieron que
reponerse del lamentable desempeño que tuvieron
durante la guerra de Malvinas. Muchos pasaron,
oportunismo mediante, del "estamos ganando" a la
adhesión a la salida democrática. Y aquí hay que
hacer una distinción entre los medios
electrónicos y la prensa escrita. Los canales de
televisión estaban controlados por el régimen;
la radio, en su mayoría, también, en algunos
casos se había dado un proceso privatizador que
trajo algunas bocanas de libertad. Son
emblemáticos los casos de Mitre y Continental.
Sin embargo, fueron los diarios y las revistas
quienes expresaron una mayor capacidad de
recuperar la libertad perdida y de dar espacio a
personalidades prohibidas, censuradas o
perseguidas. Los medios tradicionales, con sus
matices, se sumaron a esa reconversión. Otros
nacieron al calor de la huida del "Proceso",
como los diarios La Voz y Tiempo Argentino. Es
interesante las experiencias fallidas que
surgieron desde el peronismo para apuntalar la
campaña electoral, cada una con sus
particularidades, y que nacieron con el
convencimiento que el gobierno estaba a la
vuelta de la esquina: los diarios La Época y
Línea, y la revista Feriado Nacional, que desde
la sátira intentó desbancar el liderazgo que
había conseguido Humor, volcada hacia el
alfonsinismo en la mayoría de sus integrantes.
-Los cambios políticos que se viven en este
año desatan también nudos que aprisionaban otros
ámbitos, como el cine o la música popular. En el
campo de esas actividades culturales, se
consolida una apertura temática en las
producciones cinematográficas insinuada en el
82; al tiempo que se afianza el carácter masivo
del rock argentino. En ese campo: ¿qué elementos
destacás como perdurables? ¿Qué secuelas se
arrastran de la censura sistemática sobre esas
actividades?
-Creo que la conformación de una cultura
amordazada y su posterior liberación también
está ligada a otro fenómeno insoslayable que es
la producción de quienes vivieron el exilio
"exterior". A medida que sus voces pudieron ser
recobradas y sus obras empezaron a conocerse en
estas tierras la dimensión cultural fue
ampliándose y enriqueciéndose. Los años de
dictadura, marcados por un oscurantismo atroz
–sólo agrietado por algunas manifestaciones
contraculturales- tiñeron por mucho tiempo con
temores y amedrentamientos las producciones
artísticas, y generaron fenómenos como el
"destape".
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"Al presidente electo, Raúl Alfonsín, no hay que
quitarle protagonismo ni el valor de ser el
primer presidente constitucional de la
democracia con un discurso renovador en temas
puntuales. Pero así como fue protagonista
también lo fueron las organizaciones de derechos
humanos, Hebe de Bonafini, Adolfo Pérez Esquivel,
Emilio Mignone, entre tanto otros, y el
sindicalismo combativo", detalla Germán Ferrari.
Y pinta el clima de época, el pulso acelerado de
una sociedad hambrienta de cambios, la ansiosa
espera para que se resolvieran una infinidad de
cosas: "el juicio a los militares, la
desocupación, la inflación, temas de la
coyuntura pero también del triste legado que nos
dejaba la dictadura y eso convivía con la
esperanza de poder seguir adelante, la idea de
que la democracia podía resolverlas
mágicamente", afirma.
Y detalla que "había una concreta esperanza
ligada con la necesidad de decir nunca más a la
dictadura en Argentina. Pese a eso, y esto es
algo que podemos ver a la luz de hoy, había
sectores de la sociedad con bastante voz y
presencia (corporaciones mediáticas, sectores de
la iglesia, empresas) que no creían en el nuevo
sistema y lo desprestigiaban".
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-Osvaldo Bayer plantea que en el simple hecho
de completar el acto electoral, la clase media
argentina lavó muchas de sus culpas. ¿Cómo
describirías su posición en el período que
investigaste?
-Si por clase media circunscribimos a un sector
de la sociedad de ingresos con capacidad de
ahorro, sin apremios, con un pensamiento
político errático, atravesada por prejuicios
varios, podemos asegurar que encontró en
Alfonsín a quien expresaba mejor buena parte de
sus intereses y su aversión al peronismo y al
sindicalismo. Sin embargo, sectores de la clase
media politizados, conscientes de la importancia
de los derechos humanos, también se plegaron al
alfonsinismo. Luder, y el discurso del peronismo
en general, no era atractivo para esa clase
media, como tampoco lo fue para la clase obrera
que, en una proporción no menor, votó por
Alfonsín.
- En el sentido común, en la historia oficial
argentina, 1983 es el año del retorno a la
democracia de nuestro país. En general se
percibe como un corte –abrupto, si se quiere-
entre dictadura y democracia. Pero hay
seguramente, continuidades, secuelas, lazos
entre esos dos períodos. ¿Qué persistencias
–indeseables o provocadas- pudiste identificar
en tu trabajo?
-Mi libro se centra en los hechos ocurridos
en 1983, por lo tanto dejo esbozadas muchas
situaciones en las que el legado de la dictadura
persistió en distintos ámbitos. Algunas de esas
continuidades podemos encontrarlas en la
actualidad. Las expresiones autoritarias que
reivindican la última dictadura son minoritarias
pero están presentes, como en la última marcha
de "caceroleros" en las que hubo pintadas del
estilo "¡Viva Videla!" o en las expresiones en
contra de los juicios por delitos de lesa
humanidad. Los jirones de la dictadura no se
desintegraron con las elecciones del 30 de
octubre de 1983 o con la asunción de Alfonsín
del 10 de diciembre. Los partidos políticos, la
Iglesia, la Justicia, los empresarios, el
sindicalismo, los medios de comunicación, por
nombrar solo algunos poderes, conservaron
elementos provenientes no sólo de la última
dictadura, sino también de regímenes
autoritarios anteriores. En uno de los capítulos
expongo el seguimiento que la división de
Inteligencia de la Policía de la provincia de
Buenos Aires hacía dentro de los partidos
políticos, los organismos de derechos humanos y
el sindicalismo más combativo. Ese seguimiento
no terminó con la llegada del gobierno radical y
continuó hasta casi dos décadas más tarde. Y aún
nos asombramos cuando aparecen agentes de
distintas fuerzas de seguridad "infiltrados" en
diferentes ámbitos de la sociedad. Sin lugar a
dudas, esa es otra deuda de la democracia.
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Imagen: Carina Barbuscia sobre foto de
www.díasdehistoria.com.ar
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