Por Grupo Editor / 10 de Mayo de 2013
JUEVES EN LA PLAZA
LA GRAN ESPERANZA
Se acaban de cumplir 36 años de la primera ronda
de las Madres de Plaza de Mayo. El recorrido por
un mapa de fatigas y soledades: el terrorismo de
Estado, las hipocresías empresariales, las
complicidades judiciales y eclesiásticas, las
indiferencias políticas. También, una geografía
de resistencias y abrazos, sobre todo en las
juventudes que se renuevan y se multiplican. La
marcha encendiendo baldosas en cada plaza de la
patria, arrimando palitos a la llama del futuro
quemante que soñaron nuestros desaparecidos. 36
abriles después, siguen nuestras Madres, cada
jueves, en la Plaza 25 de Mayo. Contra el
silencio impuesto en los medios de difusión, que
reproducen las historias lejanas para no cambiar
el presente acá cerca, a la vuelta de la
esquina. Contra la ciudad gris que prefiere
olvido, ellas pintan de colores el espacio de
los sueños colectivos. Y saben cómo hacerlo. Ya
lo dijo ese periodista entrañable, Osvaldo Bayer:
pudieron en mitad de la noche del terror
encender la luz de la gran esperanza.
Audio: Norma Vermeullen - Esperanzas y luchas
"Todavía nos cuesta comprender tanta
barbarie y tanta impunidad, porque
verdaderamente fue un aniquilamiento lo que se
cometió con tantas vidas jóvenes, ante la
pasividad de mucha gente, que algunos por
ignorancia y otros por cobardía miraron hacia
otro costado sin importarles nada, porque a
ellos no les tocaba, sin pensar que con el
tiempo, todo vuelve", suele repetir nuestra
querida Norma Vermeüllen, los jueves en la
Plaza.
Y dice Norma que no hay que olvidar que la
dictadura "desapareció toda una generación, que
hoy serían dirigentes en este país. Y a pesar
que en estos últimos tiempos las Madres hemos
sido reconocidas, lo que yo quiero, por lo que
yo peleo, es por la reivindicación de esa
generación, de sus sueños, de sus proyectos".
Las Madres, nuestras Madres.
Las entusiastas defensoras de la vida.
Aquellas que cambiaron las uñas por garras, pero
nunca -jamás- perdieron la capacidad de la
caricia maternal, la ternura del abrazo que
cobija en mitad de la intemperie.
Nuestras Madres rosarinas, sin recursos
económicos suficientes, sin espacios en los
grandes medios de difusión, sin apoyos ni
sustentos más que aquellos pibes y pibas que
cada jueves, a lo largo de estos 36 abriles, se
acercaron a la Plaza, las escucharon, y
encontraron junto a ellas un lugar en la marcha,
un espacio propio y de todos.
Nuestras Madres. Las forjadoras de colores en
mitad de la noche.
Hace ya muchos años, ese fabuloso escritor y
periodista llamado Osvaldo Bayer nos decía:
"cuando yo estaba en el exilio en Alemania,
cuando no había esperanzas de nada, porque todos
los partidos políticos estaban con la dictadura,
porque todos los grandes intelectuales estaban
con la dictadura, incluso quienes hoy se llaman
‘hombres de derechos humanos’, cuando por
primera vez en Alemania leí en un diario que un
grupo de mujeres habían salido a la Plaza para
demostrar su protesta, para inquirir qué pasaba
con sus hijos, fue cuando me di cuenta de que el
regreso estaba próximo. Y fue así. Fue para
nosotros la gran esperanza".
"Y fue, además –agregaba Osvaldo- la única
agrupación que sacó la cara, a pesar de todas
las persecuciones. Por supuesto que hubo otros
organismos de derechos humanos, pero no con esta
consistencia. Y además, con este origen, con
este humildísimo origen, de mujeres llevadas por
el sentimiento, sin ningún interés en política,
a pesar de que le mataron la primera presidenta.
Ellas siguieron. Y siguen. A pesar de los
políticos que se burlaron de ellas. Siguen con
la misma altura, con una nobleza increíble. Y es
el único movimiento que va a pasar a la historia
de la argentina como un movimiento auténtico de
resistencia de abajo. Y lo mismo la gran
importancia que tienen en el extranjero, en los
países de Europa, o en EEUU, en Canadá, las
Madres de Plaza de Mayo. Los argentinos somos
los únicos que cuando las vemos en la Plaza
miramos para otro lado".
El oprobio que se impregna en cada gesto del
indiferente, del cómplice, del traidor: "yo he
visto a famosos intelectuales que de pronto, se
encontraban con las Madres y miraban para otro
lado, y cruzaban lo más rápido posible. Esto lo
he visto en tiempos de la democracia", añadía
Bayer.
Y advertía Osvaldo que "todo eso significa el
pañuelo de las Madres. Es un valor que va a
quedar para siempre, inmanente. Que no se puede
destruir con acusaciones. Estas son mujeres de
principios. Y los argentinos necesitamos a veces
que nos muestren cómo deben sostenerse los
principios a pesar de todas las burlas y de
todas las persecuciones".
Son 36 abriles de esperanzas y colores
cabalgando en los pañuelos.
Todo pasa por el corazón.
Como supo enseñarnos nuestra querida Élida
López, "los molinos ya no están, pero el viento
sopla todavía".
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Imagen: Carina Barbuscia sobre foto de
Alapalabra.