Por Grupo Editor / 2 de Mayo de 2013
AGRESIONES A CELINA QUECA KOFFMAN
PINTADAS
Una vez más, la mano corrompida soltó el insulto
contra nuestras Madres de los pañuelos. La
agresión hacia quienes son el símbolo de la
resistencia y la dignidad vuelve a pintar a una
sociedad, la santafesina, que conserva en sus
entrañas el odio y el desprecio hacia los sueños
colectivos de una patria justa y libre. Como
siempre sucede en ocasiones como ésta, la
provocación contra Celina Queca Koffman, de
Madres de Plaza de Mayo Santa Fe, -a quien
pintaron la casa con insultos en la mañana del
30 de abril pasado- deja al descubierto las
relaciones de poder tejidas en los años de la
dictadura militar, las complicidades civiles que
persisten y las tensiones que genera la Justicia
cuando actúa. Más que manchar a las víctimas, la
pintura en las paredes de la casa de Queca
estampa el lienzo de una comunidad que no logra
desprenderse de la herencia del terror.

El 29 de mayo de 1975, en Manchalá, Tucumán,
comenzó a perderse el rastro de Jorge Oscar
Kofman Zeigner, militante del Partido
Revolucionario de los Trabajadores desde recién
amanecida la década del 70.
Jorge tenía 23 años. Había nacido en Concordia,
Entre Ríos, estaba casado y tenía dos hijos. En
1970 y 1971 había estudiado en la Facultad de
Filosofia y Letras de Córdoba, para pasar
después, en esa misma ciudad, a trabajar en la
Herrería de Obras. A fines de 1972, la dictadura
lo encarceló por su militancia. Recuperó su
libertad en la fenomenal movilización del 25 de
mayo de 1973.
Aquel mayo del 75, Jorge (el Hippie, o Diego,
como lo conocían sus compañeros), fue herido en
una rodilla, y se refugió en casa de una familia
de campesinos. Allí se recuperó, y colaboró unos
días en las tareas de recolección de caña,
mientras se preparaba para seguir su derrotero
hacia Córdoba capital.
El 10 de junio, en la ruta cercana a aquella
casa de campesinos solidarios, Jorge subió a un
colectivo de la empresa El Cóndor. Se supone que
una patrulla militar lo hizo prisionero en un
control de rutas. Los testimonios describen su
paso por los Centros Clandestinos de Detención
Cárcel de Villa Urquiza y Escuelita de Famaillá.
Jorge continúa desaparecido.
Su mamá, Celina Queca Koffman, era por entonces
docente en Concordia. Y desde allí comenzó el
vuelo de las Madres, la búsqueda incesante del
hijo desaparecido.
En ese, su vuelo, Queca transitó todos y cada
uno de los puertos de un naufragio colectivo
que, poco a poco, se fue transformando en uno de
los hechos políticos y sociales más impactantes
de la historia en estos arrabales: el nacimiento
de esa fuerza inesperada, potencia creadora, las
Madres de Plaza de Mayo. Primero en Concordia,
su ciudad de origen. Después, en Santa Fe,
ciudad propia por elección. Contra todos los
temporales, construyendo resistencias inéditas,
cosiendo las dignidades rotas, inventando
ventanas para colarse en ese futuro clausurado a
pólvora y picana, a corrupción y olvidos.
Pero se sabe que los brujos siempre piensan en
volver; y Santa Fe no es territorio liberado.
En esta geografía todavía rota por años de
desprecios, las Madres siguen siendo bastión de
ideales, insobornables caricias de un tiempo que
sueña ser mejor. Molestas porque dicen lo que
piensan, y piensan lo que sienten desde las
entrañas mismas de su corazón infatigable.
Lúcidas, incansables, nuestras Madres deben
soportar, todavía hoy, la mano corrompida e
impune que pinta el insulto, que tiende la
amenaza.
"Como siempre en la sombra, porque sucedió en
horas de la madrugada, esas figuras nostálgicas
de la muerte, me pintaron la casa con las
leyendas de siempre", cuenta Queca.
Y señala lo que es una verdad conocida: "No es
casualidad, sino causalidad. La verdad es que
estamos cansadas de tanta impunidad porque desde
hace años, de alguna forma u otra, estamos
perseguidas, sin que se puedan encontrar nunca a
los autores de estas acciones".
"Quisieron parar mi lucha y la de otras Madres,
pero quiero que sepan que seguiremos con más
fuerza que nunca", advierte esta inquebrantable
mujer de 89 años. Y confirma: "no lograrán
abatirme porque estoy más firme que nunca y
seguiré la lucha hasta el último día de mi vida
por memoria, verdad y justicia. Las madres no
olvidamos, no perdonamos y no nos reconciliamos.
Las Madres exigimos".
**//**
Imagen: Carina Barbuscia sobre foto de
argentina.indymedia.org
|