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Por Jorge Cadús y Ariel Palacios / 25 de Abril de 2013
MIGUEL REP, ARTISTA
DESCONFIAR DE LA BELLEZA

Desde aquella historieta insólita, "Los Alfonsín", publicada en la revista Humor cuando la primavera democrática comenzaba a otoñar, los dibujos y los personajes del artista plástico, dibujante y humorista gráfico Miguel Rep reflejan la historia social, política y cultural de nuestro país; comparten nuestra vida cotidiana y reflexionan sobre los costados menos iluminados de la realidad. Creador de personajes entrañables (El Niño Azul, Lukas, Gaspar el revolú, Auxilio, el Culpo, el Zebra, entre otros muchos) y de tiras únicas (entre ellas, El recepcionista de arriba y Postales); su representación del Quijote se ha instalado como símbolo de batalla, y su pincel multiplica alas en los pañuelos de nuestras Madres. Lo que sigue es -apenas- parte de un recorrido por la historia, el arte, la belleza y el poder.


Audio: Miguel Rep – Dibujante y humorista gráfico



- Muchas veces ponés tu laburo al servicio de cuestiones históricas. En tus dibujos trabajaste el tema del peronismo, y entre otros hechos puntuales, realizaste el mural del Bicentenario y el mural del Grito de Alcorta. ¿Cómo establecés esta relación entre la historia y tu arte?
- Me interesa mucho la historia. Veo que es una de mis materias primas preferidas. Me interesa mucho la historia argentina, obviamente, la historia personal mía, cierta historia de Occidente. Me parece que la historia está tan mal enseñada que como humorista se puede encontrar lo paradojal, la vuelta de tuerca, y llegar a tener otra visión de lo que es la verdad histórica. Además la historia está llena de escenas. Escenas como la del Grito de Alcorta. Es una escena esa, ¿no? Puta: imaginate toda la historia universal. La historia argentina está llena de escenas, y por supuesto que hay también tiempos muertos. De hecho hoy quizás sea un día de tiempos muertos, o no. Pero está en uno, como dibujante, como artista, decidir qué parte de esas escenas va a dibujar, e incluso qué parte de esos puntos muertos va a dibujar.

-Contabas antes que tenías un boceto mínimo a la hora de pararte frente a la pared, a la tela o a la madera en blanco. ¿Cómo describirías ese momento de la toma de decisiones para que en ese movimiento que es la escena fijar una imagen, sacar una foto de ese movimiento?
- Uno puede tener una especie de sensación frente a la pared, a la madera, a la tela. Pero después está el hacer la tela, donde te modifica todo el tiempo. Por más que vos programes, hay un momento en que se te escapa lo que programaste, y hay que ver cómo uno lo endereza. Esa es la labor. No es algo que se escupe ahí, y ya está hecho. Es muy costoso. Yo sé que es una tela que la voy a parir, que va a haber momentos de felicidad y momentos de mucha dificultad, pero que en algún momento lo voy a tener que abandonar. Voy a tener que decir: 'hasta acá llegué'. Sí voy a tratar que sea lo más verdadero posible, y de llegar a la tela lo más preparado posible. Y la verdad que ahí no importa tanto el croquis, o el boceto, ahí se abandona el croquis o el boceto. Como las ideas: uno tiene en la cabeza una idea llena de ciclos, y a la hora de dibujar hay una desilusión, porque el resultado no tiene nada que ver con esos ciclos. Bueno: ahora viene la desilusión.

-¿Considerás que hay temas sobre los que no se puede dibujar? ¿Pensás que hay límites a la hora de dibujar, hay restricciones?
- La verdad es que la respuesta es no, no hay límites. Los límites los pone uno, se los ponen a uno. No hay ningún límite. Es... tendría que ser todo lo más abierto posible; tendría siempre que romperse una barrera más, un límite más; ir más lejos cada vez. Hay veces en que uno puede y veces en que uno no puede. Hay veces en que uno es libre y veces en que uno es más temeroso. La vida no es una línea de tiempo muy parejita ¿no? Te pasan cosas, a la sociedad le pasan cosas, a los de alrededor le pasan cosas, y uno es permeable a eso. Es muy difícil ser un artista egoísta, ególatra, que no te importen los demás. A mi me cuesta eso. A veces hago un esfuerzo y lo logro. Y es la libertad. Pero después viene también el juzgamiento del otro, viene la culpa. Y es un trámite. Pero la respuesta es: no hay límites, no hay ningún tipo de limitaciones a las cosas que se hacen con humor. El humor no tiene límites.

- Publicás en un diario. ¿Cómo entra el material de las noticias, las urgencias cotidianas, a la hora de dibujar las viñetas para Página/12?
- No le doy bola a la agenda periodística. No me importa. Soy un tipo informado pero porque me interesa la historia, me interesa incluso la historia en la cual yo estoy viviendo, tengo conciencia del devenir histórico de las horas que uno vive. Incluso cuando no pasa nada. Incluso cuando pasa algo que en apariencia es muy novedoso considero que es el eterno retorno. Esto ya pasó de otra manera. Las cosas son cíclicas, y muy pocas cosas son excepcionales. Lo humano -la historia del poder, la historia de los opresores y los oprimidos, que es el tema del que habla la historia- es más o menos cíclico. Va tomando otros colores, se hace en blanco y negro, en sepia, multicolor, pero casi siempre es lo mismo. Y la agenda periodística hace un show de eso. Creo que el mejor periodismo es el que te está contando la historia lo más objetivamente posible sin declarar que es objetivo. A veces con subjetividad. Pienso que la verdadera honestidad no es declamar la objetividad sino declamar la subjetividad. Yo creo que vamos a ser mejores cuando todos trafiquemos las subjetividades. Tengo la suerte de poder trabajar con subjetividad y voy a ser cada vez mejor cuanto más subjetivo sea. En cambio, el periodismo está jodido porque se ha embarcado en una carrera absurda por una objetividad que no existe. Existen las subjetividades, es decir, desde qué punto de vista se hace o se trasmite cada noticia, y eso tiene que ver con el lugar donde estás trabajando, la postura, la manera de escribir, la manera de comunicar el devenir del acontecimiento. Y cuando dicen 'hago periodismo objetivo', mienten. O mienten a sabiendas, o por inconsciente; porque nada hay que sea objetivo en este mundo. En ese terreno estoy en la parte más cómoda de la cosa: trabajo en los medios periodísticos, me pagan por ser subjetivo.

- En comparación a décadas anteriores, ¿cómo ves este momento del dibujo en la Argentina?
- Estamos viviendo la era de la imagen, y con la era de la imagen vemos maravillas que no se han visto antes, y porquerías que se democratizan gracias a los medios técnicos tan aptos de difusión, y la facilidad que tiene la gente para manejar la técnica. Antes uno necesitaba rollos inmensos para hacer una película, muy costosos, y ahora se puede hacer con una cámara muy chiquita. Y eso genera una especie de democratización de la expresividad, pero también un borramiento de lo que es la verdadera calidad. Estamos invadidos por la era de la imagen, y lo que percibo -siendo un trabajador de la imagen- es que es muy peligrosa esta era de la imagen. Es peligrosa porque contrabandea cualquier cosa. Te puede vender algo con un bebe, y te está vendiendo algo muy peligroso. Te puede decir algo que está en el proyecto de lo feo, y te lo dice de manera bella. Entonces yo creo que hoy hay que desconfiar mucho de la belleza. Y lo supuestamente bello, el brillito, el photoshop, el comunicado técnicamente pulcro es lo más peligroso. Porque es el sentido común de la imagen, todos lo digieren sin pensar lo que digieren. Lo que antes ocurría con la comida y ocurría con la palabra, que ha sido tan cuestionada, hoy ocurre con la imagen. Y la gente no tiene defensa ante la imagen, porque no la forman para estar frente a las imágenes. Entonces vuelvo a la cosa subjetiva: la publicidad no te dice 'esto es subjetivo'. Te dice: 'esto es una obra bien hecha profesionalmente', pero es una trampa, porque te están vendiendo algo que no tiene una prueba de que sea algo bueno, sino que te lo imponen porque tienen dinero para imponer. En la era de la imagen ves en la publicidad 'bellísimas' imágenes, cosas que antes sólo se veían en el cine ahora se ven en la publicidad, con muy buenas actuaciones, muy buena fotografía, muy buenas trucas... Yo veo cada vez con más interés el cine anterior a las tecnologías porque veo que las masas eran masas, y no reproducción de pedacitos de diez personas que se hacen diez millones. Entonces veo las películas de Visconti, donde las masas son verdaderas, las películas de Kubrick, las películas argentinas antiguas donde la gente era de verdad gente, ese emplazamiento de extras eran de verdad extras. Ahora lo que ves son pedacitos hechos en croma que se reproducen, se reproducen y se reproducen. Yo como artista de la imagen estoy muy cauteloso y una de las cosas que trato de difundir en ese sentido es que la gente se forme para la imagen. Sino se va a comer muchas trampas. Y se va a comer muchas cosas jodidas. Para eso hay un antídoto: estudiar historia del arte. Interesarse, no estudiar académicamente, sino interesarse en esa rama que es la historia del arte que es tan valiosa como la historia académica del devenir de las batallas o de los poderes. En ese sentido, el verdadero arte es mucho más honesto que los historiadores oficiales o revisionistas. Porque el arte cuela cosas que ni el mismo artista pudo manejar. Casi siempre el arte es como la historia del inconsciente humano. No está dictado, o está dictado por un enfermito que coló por ese lado. Es muy interesante. Yo creo que hay que luchar para que la historia del arte llegue a las escuelas. Mi programa en canal Encuentro es eso: yo hice cuatro programas sobre el arte latinoamericano para que la gente se de cuenta qué son esos pintores, qué trámite multidisciplinario hubo ahí. Detrás de un artista hay un pensador, y hay un montón de disciplinas. Y creo que ese es el antídoto en esta era de la imagen absolutamente perjudicial. Y en esa era tan perjudicial, por supuesto que también hay maravillas: hay cosas que se ven ahora que son muy superiores al comic de los 70 o los 50. No diría mejores, pero sí distintas. A mí me gustaba mucho la era del arte de autor, porque me parece que era honesto: era un autor, y detrás del autor estaba todo. Su ideología, su manera de ver, me parece lindísimo que se firme, me gusta mucho esa obsesión de Fellini, o la obsesión de Orson Wells, o la obsesión de Leonardo Favio. Porque sé que detrás de eso, incluso las caídas que tenga un autor, forman parte de una honestidad de vida, de una honestidad de pensamiento. Me gusta mucho cuando hay un autor y no un comerciante, un tipo o una tipa que hace una formulita y curra con eso toda su vida. Y en todas las épocas hay cosas buenas y cosas malas, en ésta también. Pasa que ahora hay una hiperpoblación, y hay una hiperproducción, y es muy difícil recortar. ¿Yo qué hago ahí? Recorto por autor. No me importan las novedades. La novedad es capitalista.

- En tu trabajo tenés la posibilidad de publicar en medios de tirada nacional, y de acceder a un diálogo con sectores de poder, político y económico. ¿Cuál es tu postura como artista frente al poder?
- Está jodido eso. Es una etapa de mi vida rara. Pensá que yo trabajé durante todos los 80, durante todos los 90, y muchos de aquellos lectores han llegado al poder. Muchas veces me encuentro con esa gente que está tomando decisiones, a veces decisiones parecidas a las que yo criticaba, y ellos han sido adherentes a la lectura de esos laburos nuestros -por no decir míos-, y ahora se encuentran en esas posiciones de poder. Y yo me encuentro con ellos y digo, bueno: cuando se encuentran conmigo añoran ese que eran cuando nos leían, pero a la hora de ir al escritorio hacen otras cosas. Mi vínculo con ellos es un vínculo de... qué se yo... Trato de tener un apoyo crítico. Si las generales de la ley se parecen bastante a lo que uno quiso, nunca va a ser lo que uno quiso porque uno aspira a utopías que son irrealizables, pero es verdad que hay que valorar las cosas que se han ganado. Y muchas de las cosas yo las valoro, y estoy de acuerdo con algunas cosas que se están haciendo desde el supuesto poder. Aunque hay que ver si es el poder, porque el poder sigue siendo la misma basura, y a veces lo que pasa con algunos sectores ejecutivos es hincarle a esos poderes que siguen igual. Es muy complejo. Y encima hay muchos trámites personales ahora con eso del poder. Yo sé que tengo problemas con el poder. Pero tengo problemas con el poder no por una impostura, sino porque tengo problemas cuando manejo yo el poder. Cuando yo tengo poder no me gusta. Lo quiero sacar de mi piel. No me gustan las situaciones donde manejo poder. Y son muchas las situaciones de poder, no sólo tener una revista o tomar decisiones en un conjunto de gente. Hay otras situaciones donde tengo que opinar, y tengo ese poder, y no me gusta. No me gusta. Creo que es mejor lo que hago que lo que soy. Lo que dejo como dibujo y como obra es mucho más puro que lo que soy yo todos los días. Que tengo altibajos, que tengo caídas, que tengo dobleces, ¿por qué? Porque tal embajador es un amigo, y tengo que defender algunas posturas porque le tengo cariño. O tal periodista que ha llegado y se ha encumbrado y ahora tiene poder, y formo parte de su historia personal, y no lo quiero juzgar ahora porque ¿qué hago? ¿Desde dónde decido? ¿Desde lo personal? ¿Desde la figura que es, lo que simboliza? Es un quilombo. La verdad, es un trámite difícil para mí hablar de eso. Por momentos me dan ganas de llevarme al silencio, apartarme absolutamente y sólo mostrar mis dibujos. Trabajo en un diario que ha luchado toda su vida por posturas que hoy son como de sentido común. Entonces, ¿qué tengo que hacer? ¿Seguir en la búsqueda de la utopía permanente o estar de acuerdo con ese diario salvo con algunos matices? Y bueno, yo ahí sopeso: ¿el diario está siendo fiel con sus principios o tiene que actuar de opositor por ser opositor y porque eso vende? Digo, aplaude las cosas que son fieles a sus principios, es el gobierno quien ha tomado muchas de las banderas por la que ese diario ha luchado desde 1987. Es muy difícil. Uno no está preparado para que las ideas de un colectivo en el que uno ha trabajado casi en el underground, o en la marginalidad lleguen a ser cosa de todos los días: el tema de los derechos humanos, los derechos individuales, y tantas cosas que tienen que ver con haber estado siempre del lado de los perdedores. Es jodido: ahí yo no me puedo defender bien, se defiende mi trabajo. Yo me muero, me pudro, me hacen cenizas, pero lo que queda es el dibujito, lo que queda es lo que yo escribí. Eso es lo honesto.

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Imagen: Miguel Rep. Mural de Bicentenario (Fragmento).
 

 

 

 

 
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