LA REPRESIÓN EN VILLA CONSTITUCIÓN
INVERSIÓN PARA LA MUERTE. Segunda Nota
La historia de la represión previa al golpe
de Estado en Villa Constitución sigue
incomodando. La responsabilidad del empresariado
en la muerte de trabajadores continúa
silenciada, mientras sobrevivientes y víctimas
directas de aquellos días, permanecen olvidados
a la hora de la reparación y la justicia. Una
crónica de pólvora y sangre obrera, que
tozudamente insiste.
Audio: José Pepe Kalauz - Miembro del Comité
de Huelga en 1975
LA RESISTENCIA Y LA TERNURA "Fuimos detenidos el 20 de marzo de 1975, en
un operativo conjunto de las tres Fuerzas
Armadas, como un preanuncio de lo que luego
sucedería en Argentina...", recuerda Cristina
Monterrubianesi. "Somos detenidos en el contexto
de una lucha sindical, la pelea que los
trabajadores metalúrgicos comenzaron a dar,
entre otras cuestiones, para tener su obra
social, para manejar sus propios fondos, y que
se extendió después a otras reivindicaciones. Y
que culminó con una represión que no solamente
tuvo que ver con nosotros, detenidos presos
políticos, sino también con los muertos que se
sucedieron a partir de la famosa huelga de más
de cuarenta días que llevaron adelante los
compañeros que formaron el Comité de lucha",
completa la militante sindical docente.
Los detenidos en esas jornadas son remitidos a
diferentes cárceles, ya sea en la provincia como
en otros puntos del país. Las órdenes sobre el
trato "riguroso" al que debían ser sometidos los
militantes sindicales de Villa Constitución son
terminantes, son claras.
Sin embargo, el abogado César Tavárez, Director
General de Cárceles de la Provincia, se niega a
cumplirlas. El funcionario había asumido ese
cargo durante la corta primavera camporista. Y
dice que no se tortura. El precio de ese acto
será caro. Alicia María Ferrero, esposa del
abogado, relata que "mi marido se negó a someter
a estos detenidos de Villa Constitución a
regímenes rigurosos. Comenzó a recibir amenazas
de muerte a partir de agosto de 1975, firmadas
por la Triple A".
Tavárez se alojó entonces en la cárcel de
Coronda, "nos hizo dejar la casa a mi y a los
niños. Mientras tanto buscaba el apoyo del
ministro de Gobierno, doctor Eduardo Galaretto
para no cumplir las órdenes que se le quieren
impartir desde el ejército en relación a los
detenidos de Villa Constitución. Al no encontrar
el apoyo necesario y no queriendo someterse a
esas órdenes, renunció a su cargo el 6 de agosto
de 1975", relató Alicia Ferrero.
La venganza de clase, sin embargo, no se detiene
allí: en enero de 1977, Tavárez es secuestrado y
desaparecido.
En aquel marzo del 75, José "Pepe" Kalauz logra
sortear la detención. Cuenta Kalauz que el día
del inicio de la represión, el 20 de marzo,
"nació mi hija, Laura".
Kalauz se había casado en 1972 con Ana Roisi.
Había llegado ese mismo '72 a San Nicolás, con
22 años y una militancia en el Partido
Socialista de la Trabajadores (PST), con el
objetivo de "armar una corriente socialista y
antiburocrática en ese polo industrial". En la
ciudad trabajó en Arcometal, de donde lo
echaron. El aire se había enrarecido en la
ciudad de Somisa: la burocracia de la
construcción era fuerte, muchos lúmpenes, muchos
matones. "Entonces nos vamos a trabajar
sindicalmente a Villa", cuenta Kalauz, primero
en la construcción, hasta que entró en Metcon,
"una fábrica de la Ford que hacía autopartes,
desde piezas muy chicas al bloque del motor".
Hasta que llegó el 20 de marzo de 1975. "Ese día
no voy a trabajar. Estaba en la clínica de San
Nicolás, y no sabés lo que era la clínica, en un
momento entran y preguntan por un parto que
justamente lo estaba teniendo una chica que era
de la guerrilla. En ese clima Ana fue mamá",
rememora el militante sindical.
LA VUELTA AL TRABAJO El 17 de mayo, con un largo saldo de
delegados detenidos, de obreros muertos,
secuestrados y torturados, una asamblea decide
levantar la huelga el 19 de mayo a las 6 horas,
"ante el compromiso de las patronales de no
tomar represalias y pagar los salarios caídos".
Las empresas habían amenazado con una cláusula
de la Ley de Contrato de Trabajo, que les
otorgaba la posibilidad del despido sin
reincorporación en casos de medidas de fuerza
que superaran los 60 días.
En su trabajo "La confrontación de Villa
Constitución", Agustín Santella detalla: "Se
realizan reuniones en los comités barriales para
organizar la entrada en fábrica. El lunes 19 se
reanuda el trabajo. Las empresas despiden
cientos de obreros. El PEN informa (comunicado
9-5) oficialmente que de 307 detenidos, 97
quedan a su disposición; durante el conflicto,
además, las fuerzas represivas matan a 6
obreros, en distintos días". Los nombres de los
obreros asesinados: José García, Miguel Ángel
Lobotti, Juan Carlos Ponce de León, Adelaido
Viribay, Rodolfo Mancini y Jorge Chaparro.
Santella consigna también que "si bien la
estrategia represiva para el conflicto no es del
tipo genocida que se verá a partir de 1976, es
preparatoria de las condiciones de tal
escenario", al tiempo que sostiene que "la
derrota infrigida con el retorno al trabajo es
lo que posibilita niveles represivos mayores que
los posibles antes de la huelga, en un
increscendo hasta marzo de 1976".
LA CACERÍA José García era operario calificado de la
sección púa del Turno B de Acíndar. El 22 de
abril de 1975 participó de la marcha que repudió
la represión en Villa Constitución. Ese día fue
secuestrado por un grupo de policías federales y
provinciales, que lo molieron a palos. "A las
tres de la tarde volvió a su casa y se desmayó.
El 22 de mayo se murió", cuenta Carlos del Frade
en "El Litoral, 30 años después". Pero la
persecución no se detuvo allí. Su compañera,
Ángela Adriana Moreira de García, soportó
allanamientos, prohibiciones y amenazas. Le
advirtieron: "su marido no murió por un
accidente de trabajo, sino por subversivo".
Jorge Chaparro había sido operario de Acíndar,
donde alguna vez también lo eligieron delegado.
Sin embargo, no tenía militancia política o
gremial. En los días en que el terror ocupó la
ciudad, despuntaba su oficio de colectivero.
Cuando Acíndar contrató "carneros" para intentar
romper la huelga metalúrgica, Chaparro se negó a
transportarlos en su colectivo.
Fue secuestrado de su casa a plena luz del día,
en mayo de 1975. Estaba durmiendo la siesta
cuando un comando a bordo de un Falcon verde
irrumpió en su casa. Algunos de los
secuestradores llevaban capuchas. Otros actuaron
a cara descubierta.
Su cuerpo apareció acribillado, a la vera de un
camino rural cercano a la localidad de Theobald.
El mapa crece. Sus marcas se hacen profundas.
Huellas talladas con buriles de fuego.
Huellas que queman. Arden. Los nombres de las
vidas robadas. Los proyectos políticos que esas
vidas encarnaban. Carne y sueños mutilados por
el terror impune. Y el olvido creciendo como una
flor oscura, densa. Una flor que huele a muerte.
A los infinitos olores de la muerte.
El 17 de octubre de 1975, treinta años después
de aquella movilización que pidió por la
libertad del entonces coronel Juan Perón, en
Villa Constitución un grupo de tareas secuestró
de su estudio a la abogada Concepción De Grandis.
La profesional, oriunda de Río Negro, había
brindado asesoramiento legal a los trabajadores,
al mismo tiempo que defendía a los presos
sindicales y políticos luego de la represión del
20 de marzo.
La misma represión en la que Carlos Ruescas, un
trabajador muy querido y respetado entre sus
vecinos y compañeros de Acíndar, había sido
detenido. Ruescas era pastor de la Iglesia
Evangélica. Había acompañado la huelga que
siguió a la invasión de marzo del 75; sumándose
también a las tareas de solidaridad con los
presos y la resistencia fabril y barrial. Aquel
compromiso lo había llevado a prisión, como
señala el testimonio de Victorio Paulón, "estuvo
un mes y medio en Coronda y cuando volvió y
organizó una colecta de solidaridad con los
presos terminó preso y desaparecido".
Ese día, junto a De Grandis y Ruescas, es
secuestrado también Julio Palacios, trabajador
portuario. Cuenta el historiador Ernesto
Rodríguez: "su gremio fue uno de los que se
solidarizaron con el movimiento de protesta
surgido como respuesta a la represión
desencadenada sobre el pueblo de Villa
Constitución".
El domingo 19 de octubre los diarios regionales
publicaban la noticia de la identificación "de
los cadáveres acribillados encontrados días
atrás por personal ferroviario de Monte Flores".
El hallazgo se había concretado en jurisdicción
del distrito Villa Amelia, en un paraje
semidesértico, "donde las únicas edificaciones
son la estación ferroviaria, una escuela, un
almacén y algunas viviendas humildes
distanciadas entre si".
Los cuerpos, enumera la crónica, pertenecen a
"Concepción De Grandis, abogada de 29 años,
Carlos Alberto Ruescas, dirigente metalúrgico y
pastor evangélico, y Julio Palacios, obrero de
Acíndar", y presentan numerosos impactos de
bala. De acuerdo a la información suministrada
por medios policiales, remarca la noticia, los
balazos "serían de pistolas 11.25 y fusil
ametralladora", los fusilados estaban "muy
próximos unos de otros", y tenían los ojos
vendados con cinta adhesiva.
Años después, el camping y paseo ribereño
ubicado en el Bajo, donde supo trabajar y al que
tantas horas dedicara, lleva el nombre del
obrero Julio Palacios.
El 31 de octubre, Villa Constitución vuelve a
sacudirse por el estampido y la pólvora: cae
muerto Juan Carlos Taborda, empleado de Metalcid.
El 4 de diciembre Fabián Rodríguez, militante de
la Lista Marrón, es secuestrado y asesinado en
Rosario.
El golpe final del año 1975 lastima el alma
misma de la ciudad que había parido el Villazo y
la solidaridad barrial como modo de vida, como
ejercicio cotidiano ante la ocupación y el
matonaje: el 13 de diciembre son fusilados Juan
Carlos Salinas, Oscar Raúl Ojeda y Domingo
Salinas.
La prensa regional difundió la versión del
"enfrentamiento", preparada por los grupos de
tareas.
Así, el diario "El Norte", de San Nicolás,
consignaba en su edición del domingo 14 de
diciembre de 1975 que "Las fuerzas del orden
interceptaron su paso y dieron muerte a 3
extremistas en esta ciudad".
El periódico narraba los "pormenores del
espectacular operativo", en el cual "la tensa
tranquilidad de la noche de San Nicolás fue rota
estrepitosamente", cuando "fuerzas del orden,
apoyadas por efectivos del Ejército dieron
cuenta de tres extremistas que luego de un
intenso tiroteo resultaron muertos".
En las páginas interiores, el medio de difusión
publicaba el Comunicado del Comando del Área
132, Jefatura de Guarnición San Nicolás, firmado
por el teniente coronel Julio Ezequiel Irineo
Franciulli, Jefe del Batallón Ingenieros de
Combate 101: "Se comunica a la población que
siendo las 01.30 horas del día 13 de diciembre,
se produjo un enfrentamiento entre las fuerzas
del orden y extremistas de la agrupación
declarada ilegal. El intenso tiroteo que se
produjo por un lapso mayor a dos horas tuvo por
escenario la manzana comprendida por las calles
Francia, Alberdi, José Ingenieros y Urquiza,
tras previa persecución en vehículos y ulterior
choque del automóvil que utilizaran, contra una
edificación en la calle Francia. Como
consecuencia del mismo resultaron muertos tres
extremistas y heridos un oficial, un soldado y
un civil. Se secuestraron ametralladoras,
pistolas, revólveres, gran cantidad de munición
y abundante material de propaganda, siendo
algunas de las primeras de pertenencia de la
Policía Federal y Policía de la Provincia de
Buenos Aires", consignaba el parte militar
reproducido por el diario.
En su edición del martes 16 de diciembre de
1975, "El Norte" revelaba, nuevamente a través
de los comunicados oficiales, la identidad "de
los extremistas muertos el sábado en nuestra
ciudad".
"Por medio de un comunicado, la Jefatura de la
Guarnición San Nicolás dio los nombres de los
extremistas que fueran ultimados en los
acontecimientos que son del dominio público. Se
trata de Juan Carlos Salinas, de 26 años de
edad, Domingo Liberato Salinas, de 18 años y
Oscar Raúl Ojeda, de 25 años, todos residentes
en la vecina ciudad de Villa Constitución. Los
nombrados, sin ocupación fija laboral, fueron
quienes se balearon por casi dos largas horas
con tropas componentes de las fuerzas del orden,
siendo abatidos cuando buscaban refugio en el
techo de una casa de calle José Ingenieros",
reproducía el periódico de San Nicolás.
Sin embargo, otras historias de trabajos y
sudores cotidianos volvían a escribirse detrás
del fusilamiento de los tres trabajadores. Otras
historias que sobrevivían, a pesar de la mentira
oficial.
Cristina, hija de Juan Carlos Salinas y Liliana
Hernández, es quien relata el costado silenciado
en la crónica policial de aquellos días, el
relato vivo de la vida desgarrada de su padre:
"El 13 de diciembre de 1975, salió de su casa
hacia la de su madre (que había quedado viuda y
él era único hijo) pero nunca llegó. Tenía 25
años. Al anochecer, como Juan Carlos no había
regresado, mi mamá preocupada salió a buscarlo.
Al otro día fueron a preguntar a la fábrica si
lo habían visto. A las 17 hs, efectivos del
ejército se dirigieron a la casa de los suegros
de Juan Carlos, ubicada tan solo a dos cuadras
de su casa, también en barrio San Lorenzo,
preguntan por los familiares de Juan Carlos
Salinas, les dicen que tenían que ir a
reconocerlo a la morgue de San Nicolás y que
había muerto en un enfrentamiento junto con dos
personas más. En la identificación del cadáver
de Juan Carlos los familiares observaron que el
cuerpo tenía los dedos de las manos y pies
quemados, las piernas quebradas, el cuerpo
acribillado a balazos, sobre todo la zona del
estomago. Además tenía un disparo en la cabeza
que, de acuerdo a lo expresado por el médico
forense, era un tiro de gracia".
Oscar Raúl Ojeda era operario de Acíndar;
Domingo Salinas, empleado de Marathon; y Juan
Carlos Salinas era obrero soldador y delegado en
la firma Lentini-Lucci, una firma contratista
que se había sumado a la huelga del 20 de marzo.
Los tres eran activos militantes del campo
gremial.
Los tres habían tejido con sus cuerpos aquella
crónica solidaria de la rebeldía del '74, la
rebelde escritura de la resistencia a la
ocupación reciente.
La región traza su mapa de pólvoras. Las marcas
que ya no podrá borrar. Ciertos olores que ya no
va a sacudirse de encima. Los olores de las
muertes. El olor del miedo, De los miedos.
En la Navidad de 1975, los grupos de tareas
llegaron a balear los arbolitos que iluminaban
algunas casas en su afán de prohibir hasta las
reuniones familiares.
UNA SOMBRA DONDE SUEÑA RUCCI En la madrugada del 8 de enero de 1976,
Carlos Antonio Tonso fue secuestrado de su casa.
Su cuerpo, junto el de Pedro Antonio Reche y
Jorge Andino, fue hallado en el camino de La
Blanqueada, cerca de la localidad de Theobald.
Su mamá, Haydé Adela Suplo de Tonso, reconoció
en un par de fotos publicadas en la revista
Gente del 16 de febrero de 1984 "la fisonomía de
dos de las personas que intervinieron en el
secuestro" de su hijo. Las fotos correspondían a
Aníbal Gordon, alias "Viejo" o "Jovato"; y su
hijo, Marcelo Gordon. De acuerdo al testimonio
de Haydé, Aníbal actuaba como jefe, era el
encargado de los interrogatorios. Marcelo
llevaba un birrete color amarillo con visera
marrón.
El historial de Aníbal Gordon marca su paso por
la Alianza Libertadora Nacionalista, por la
Concentración Nacional Universitaria (CNU), su
paso como parte de la custodia del propio Juan
Domingo Perón, junto al general Otto Paladino,
en la entrevista del líder peronista con el
dirigente radical Ricardo Balbín, y su recalada
en la Triple A.
Como lo relata Juan Salinas en su investigación
sobre Osvaldo Forese, la banda había llegado a
la UOM nada menos que "de la mano del secretario
general de la CGT, José Ignacio Rucci, un
sindicalista de extracción metalúrgica, muy
amigo de Gordon".
"Mientras secuestraba y acribillaba a balazos en
los bosques de Ezeiza o en el camino a Punta
Lara a opositores al gobierno de Isabel Perón,
la banda de Aníbal Gordon utilizaba como base la
sede de la UOM", completa Salinas.
En su trabajo "Dossier secreto. El mito de la
guerra sucia", Martín Andersen relata que "uno
de los que trabajaban en la cámara de torturas
se convertiría en una de las más importantes
figuras paramilitares empleadas por el régimen
que se hizo dueño del poder al año siguiente. Su
nombre era Aníbal Gordon".
Desde el 20 de marzo de 1975, Gordon y su banda
-su hijo Marcelo, Osvaldo Paqui Forese, Jorge
Polaco Dubchak, César Pino Enciso y Carlos Indio
Castillo, entre otros- formaron parte del
aparato de la represión. La llamada "Brigada
Panqueque", desde el Golpe de Estado de 1976,
formaría parte del Batallón 601 de Inteligencia
del Ejército, y tendría bajo su control el
Centro Clandestino de detención Automotores
Orletti.
Pero la represión planificada en la ciudad
metalúrgica y solidaria tenía también ideólogos
experimentados. Como lo certifica el periodista
Gustavo Plis-Esterenberg en su libro "Monte
Chingolo. La mayor batalla de la guerrilla
argentina", Acíndar contaba en sus filas con el
empresario austríaco-alemán Erich Breuss.
Durante el régimen nazi, el hombre había formado
parte de las temibles SS hitlerianas; había sido
herido y tomado prisionero en las playas de
Normandía, y había llegado a la Argentina
tratando de ocultar aquella historia. En la
ciudad de la utopía marrón, se desempeñaba como
gerente de fabricación de la planta propiedad de
la familia Acevedo; y fue uno de los
organizadores de la represión antiobrera en los
días posteriores al Villazo, en 1974.
Breuss murió algunos años después, de cáncer de
pulmón, y fue enterrado en Mendoza.
LO QUE VENDRÁ Villa Constitución sumó, al final de la
dictadura, una treintena de militantes
desaparecidos y asesinados. Una cifra que se
multiplica en los centenares de detenidos,
torturados y perseguidos.
"Villa fue un campo de ensayo de lo que después
se aplicaría en todo el país. La actividad de
Ford y otros grupos económicos está íntimamente
ligada a la política empresaria de reprimir al
conjunto para aplicar un modelo económico"¸
sostiene el dirigente Victorio Paulón,
protagonista de aquellas jornadas de persecución
y resistencias. Y Acíndar será nuevamente el
botón de muestra de la represión para la
domesticación, del ajuste pagado por el cuerpo
de los trabajadores: de los 6.672 operarios de
la firma a mediados de la década del 70, para
1981 conservaban sus puestos laborales solamente
4.794 obreros metalúrgicos. Para finales de la
década del 90, sumarán apenas 2.300 operarios.
En el mismo sentido, Cristina Monterrubianesi
destaca que "Hay una etapa previa al Golpe, que
fue preparando las condiciones, que se
endurecieron por supuesto después del 76, pero
que no dejan de ser tan terribles como lo que
continuó. Es desde Villa Constitución que sale
quien fue el primer Ministro de Economía de la
dictadura militar, José Alfredo Martínez de Hoz,
que era el presidente de Acíndar. Y nosotros
tenemos en ese sentido un estigma doble, porque
Acíndar se transformó también en un lugar de
detención de delegados, trabajadores,
activistas, militantes. Por lo tanto Villa es un
punto de referencia para empezar a analizar lo
que sucedería con un terrorismo de Estado que
llegó a límites inimaginables con la figura del
desaparecido, tanto de adultos como de bebés..."
Para el dirigente de la Lista Marrón, Alberto
Piccinini, la jornada del 20 de marzo "es una
fecha triste para nosotros. Fue una gran
represión, donde nos encarcelaron a alrededor de
300 compañeros, una represión que no se hizo
sólo en Villa Constitución sino en todo el
cordón industrial, y que terminó con largos años
de cárcel, con una huelga heroica de los obreros
metalúrgicos sostenida a lo largo de dos meses.
Esa represión causó una derrota muy grande al
movimiento obrero".