Por Grupo Editor / 30 de Noviembre de 2012
JUEVES EN LA PLAZA
LOS PASOS DE LA MEMORIA
La marcha de cada jueves en Plaza 25 de Mayo
suele burlar el tiempo y deshacer ausencias.
Sobre las baldosas repetidas se tejen abrazos
indispensables, más allá de partidas y
certificados. Esta semana, el calendario abrió
sus ventanas exactas. Por allí se colaron Rubén
y su mirada, Darwinia y su disimulada ternura.
La marcha compañera volvió a dar cuerda al
universo: cuerda contra reloj, caminata firme
contra olvidos. La resistencia y los afectos,
tejiendo ese romance inevitable de la memoria y
la esperanza.

Rubén Naranjo nació un 27 de noviembre de 1929,
y partió hacia otros arrabales el 3 de octubre
de 2005. Sin embargo, en la Plaza sigue estando,
como cada jueves junto a las Madres.
Lo sentimos llegar a lo lejos, con su paso
inconfundible y un abrazo repartido y cálido.
Rubén quedó en cada historia que lo nombra, en
cada amigo que lo convoca y en la resistencia
permanente del pueblo.
Hace 36 años el terror instituido destruía uno
de los mejores proyectos de educación popular de
nuestra historia. Con la intervención de la
Escuela Vigil se había quemado gran parte de la
memoria de nuestra ciudad.
Rubén Naranjo fue un sobreviviente que nunca se
rindió, que trajo nuevamente las voces de
aquella experiencia colectiva en su enorme
trabajo divulgador, señalando con nombre y
apellido a los verdugos.
Cada jueves la Plaza 25 de Mayo era el lugar
donde Rubén nos contaba estas historias y mucho,
mucho más. Compañero imprescindible de las
Madres, maestro de todos nosotros y portador de
muchas voces, porque Rubén nunca habló de su
historia personal sino de sueños colectivos.
El 28 de noviembre del 2008, Darwinia Mónaco de
Gallicchio decidió que ya estaba bien de fatigar
estos arrabales. Había nacido el 30 de mayo de
1925, hija de un padre anarquista que le marcó a
fuego sus sueños desde el mismo nombre que
eligió para ella.
Su vida, su pelea, es parte fundamental -y
fundante- de la historia reciente del país: la
desaparición de su hija, Stella Maris, y su
yerno Juan Carlos Vicario; la apropiación de su
nieta, Ximena Vicario, con sus cortitos 8 meses;
el dolor y las búsquedas, ese rompecabezas
moroso y exacto; la pelea por la restitución en
tiempos aciagos; la década del 90 y su
intemperie multiplicadora de soledades para las
Madres de los pañuelos; los últimos debates que
le consumieron parte de sus últimas alegrías.
Elena Belmont, Madre de la Plaza, poeta y
compañera de lucha, la supo describir como una
leona de volcánicos pasos: "vagabunda, sabedora
de todos los caminos rompiendo los zapatos
mientras tus pies buscaban esos días tranquilos
sin balas, sin metrallas, sin manos asesinas".
Tal vez hayan llegado esos días tranquilos para
esta mujer que nos enseñó que el pañuelo de las
Abuelas de la Plaza tiene alas. Que puede
alzarse sobre tiempos, alzarse sobre distancias.
Burlar los almanaques y alcanzarnos. Y
abrazarnos. Y protegernos.
Aunque hoy la soledad sea este pájaro con las
alas partidas.
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Imagen: Carina Barbuscia sobre fotos de
Alapalabra y rubennaranjo.com.ar
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