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Por Jorge Cadús / 23 de Noviembre de 2012
LA REPRESIÓN EN VILLA CONSTITUCIÓN
INVERSIÓN PARA LA MUERTE. Primera Nota

El procesamiento de Carlos Blaquier por su participación en crímenes de la dictadura abre una nueva instancia en los juicios por delitos de lesa humanidad: el tiempo de pensar y discutir qué firmas y empresarios pagaron y motorizaron el secuestro y la muerte, denunciar sus nombres, y llevarlos frente a la Justicia. En Villa Constitución, la doblemente silenciada historia de la invasión de 1975 abre el camino para señalar la responsabilidad de Acíndar y sus empresas satélites en la represión sobre los trabajadores.

Audio: Victorio Paulón - Miembro del Comité de Huelga en 1975



BLAQUIER PROCESADO
El Juez Federal de Jujuy, Fernando Poviña, decidió el procesamiento del poderoso empresario Carlos Pedro Blaquier, titular de la firma Ledesma SAAI; al tiempo que el administrador de la empresa en ese momento, Alberto Lemos, también fue procesado pero como partícipe secundario de esos mismos delitos. Aunque tanto Blaquier como Lemos permanecen en libertad, el juez les prohibió la salida del país, fijándoles un embargo de 11 millones de pesos a Blaquier y otro de 5 millones y medio a Lemos.
Poviña tomó esas medidas luego de analizar las pruebas que comprometen a Blaquier en el secuestro masivo de trabajadores que se conoce como la Noche del Apagón, que se sucedieron entre el 20 y 27 de julio de 1976 en Ledesma, Calilegua y General San Martín, las tres localidades que componían la zona de influencia del Ingenio Ledesma.
El juez consideró que Blaquier fue partícipe primario de 29 de esos secuestros.

La historia oculta de las empresas que no sólo se beneficiaron, sino que promovieron y pagaron la represión sobre los trabajadores, comienza a romper el pesado velo de silencios e impunidad que supieron tejer en años de democracia.
Y algo debe quedar en claro: no fueron cómplices. Fueron protagonistas de esa represión.

SERPIENTE ROJA DEL PARANÁ
En diciembre del 2010, en el marco de los juicios por los crímenes del Terrorismo de Estado, dirigentes de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) y de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) de Villa Constitución, junto a la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, realizaron una presentación para querellar penalmente a los responsables del Operativo Serpiente Roja del Paraná, acaecido el 20 de Marzo de 1975 en Villa Constitución.
La presentación se realizó ante el Juzgado de Instrucción Federal en lo Criminal y Correccional Nro. 5 de la Capital Federal, a cargo de Norberto Oyarbide. Los representantes gremiales anunciaron que buscaban "querellar penalmente a los responsables del Operativo Serpiente Roja del Paraná".
El Operativo citado funcionó "como antecedente ideológico, discursivo y metodológico del accionar criminal desde el Estado que se consolidaría tras el golpe del 24 de marzo de 1976", sostiene la presentación, que tiene "el declarado propósito de buscar la condena de todos los responsables del genocidio, sean éstos tanto sus ejecutores materiales como todo el bloque social que se benefició con éste: los grupos económicos, políticos, intelectuales y todos los sectores del Poder Real que inspiró y llevó a cabo el Terrorismo de Estado en la Argentina y en la región".
En forma paralela, la denuncia "se orienta a probar la existencia de mecanismos de terrorismo estatal tendiente a disciplinar y desarticular el movimiento de lucha gremial y político con carácter previo al golpe" del 24 de marzo de 1976.
La denuncia penal involucra a José Alfredo Martínez de Hoz; María Estela Martínez de Perón, la totalidad de los miembros del directorio de la empresa Acíndar al 20 de diciembre de 1975, así como "los cuadros de la Policía Federal Argentina, de Prefectura Naval, integrantes de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), miembros de la Policía de la Provincia de Santa Fe, e integrantes del Gabinete Nacional que guarden participación con los hechos del operativo represivo y demás crímenes de lesa humanidad vinculados a éste, entre otros la existencia de un Centro Clandestino de Detención que funcionara desde dicha fecha en las instalaciones del Albergue de Trabajadores Solteros de la Empresa Acíndar". Todos ellos, son acusados de crímenes de lesa humanidad.

EL OPERATIVO
El 19 de marzo de 1975, el gobierno de María Estela Martínez de Perón anunció por medio de un comunicado de prensa que los organismos de inteligencia habían detectado "un complot subversivo tendiente a paralizar la actividad industrial, con epicentro en Villa Constitución".
En la madrugada del 20 de marzo comienza el llamado "Operativo Serpiente Roja del Paraná". Desde las 4 de la mañana, las "fuerzas combinadas de seguridad" inician una serie de controles de tránsito en las Rutas Nacionales Nº 8 y 9; en el acceso norte de Capital Federal, en los cruces con la Ruta Nacional Nº 197, en la zona del Delta de las islas, y sobre la Ruta Nacional Nº 12.
El diario La Capital, de Rosario, reflejará en sus titulares del día siguiente que se realizaron "Sesenta procedimientos desde norte de Gran Buenos Aires hasta San Lorenzo". Allí se relata parte de la crónica de lo sucedido: el rastreo llevado a cabo por uniformados con ropa de fajina, con el apoyo de helicópteros, en el barrio rosarino de La Florida; los procedimientos en Puerto General San Martín, en Granadero Baigorria, en Campana, San Pedro, Zárate, Baradero, la requisa casa por casa en San Nicolás. La represión alcanza a varias fábricas del cordón industrial: en John Deere, Hanomag y Galizia Bargut, de la localidad de San Lorenzo, son detenidos dirigentes y activistas obreros.

En ese marco, Villa Constitución es sitiada por las fuerzas represivas. Cuatro mil efectivos de las llamadas "fuerzas conjuntas", más 500 matones a sueldo y grupos de la Juventud Sindical Peronista (JSP), fundada por José Ignacio Rucci, tomaron la ciudad.
Una caravana de un kilómetro y medio, compuesta por Ford Falcon, patrulleros y celulares.
Fuerzas "legales" y acciones clandestinas de la Triple A.
Más de 300 obreros fueron encarcelados. Otros secuestrados, torturados y asesinados. La Comisión Directiva de la seccional de la UOM, excepto Luis Segovia, cae detenida: Alberto Piccinini, Juan Rodolfo Acuña, Benicio Donato Bernachea, Dante Melchor Manzano, Adolfo Onorato Curti y Aragón son alojados en la Jefatura de policía de Rosario. También es detenido el secretario general de la Unión Ferroviaria de Villa Constitución, Carlos Sosa.

EL ARGUMENTO DE LA REPRESIÓN
"Informes coincidentes, detallados y verificados por organismos de seguridad e inteligencia del Estado Nacional y de los gobiernos provinciales, permitieron detectar un complot de características inusuales en la Argentina. La gravedad de los hechos es de tal naturaleza que permiten calificarla como el comienzo de una vasta operación subversiva terrorista, puesta en marcha por una deleznable minoría nacional. El escenario elegido abarcaba toda la zona industrial del río Paraná, entre Rosario y San Nicolás", remarcaba el Comunicado Oficial emitido por el gobierno nacional y publicado por los diarios al día siguiente del operativo.
Seguía diciendo el parte oficial que fuerzas combinadas de seguridad de la Policía Federal, la Prefectura Nacional Marítima y los organismos policiales de las provincias de Buenos Aires y Santa Fe concretaron un operativo "tendiente a desvertebrar el complot", que -siempre de acuerdo a la explicación del gobierno nacional- tenía entre sus objetivos "paralizar la producción industrial" en el área comprendida entre Rosario y San Nicolás, con epicentro en la ciudad de Villa Constitución;"copar y usurpar las delegaciones gremiales de la zona, para instalar direcciones ilegítimas" para intimidar a obreros, empresarios y dirigentes; y "obligar a los obreros ubicados en puestos claves a no concurrir a sus tareas, paralizando así las líneas más importantes de producción de cada empresa".
El comunicado, publicado por el diario La Opinión, de Buenos Aires, el 21 de marzo, cerraba afirmando que "El Gobierno nacional continuará garantizando ampliamente, como en este caso, el derecho al trabajo de todos los habitantes".

Más allá del argumento oficial, el periodista Miguel Bonasso sostiene que la intención de ese operativo fue "reducir a su mínima expresión el poder de las conducciones sindicales tradicionales y borrar de la faz de la tierra a esa dirigencia de base que Ricardo Balbín había marcado como 'guerrilla industrial'...".

RESISTENCIAS
Como respuesta a la represión, se lanza la huelga general por tiempo indeterminado hasta la libertad de todos los detenidos, a la que adhieren otros gremios no sólo de la ciudad, sino también regionales. Al mismo tiempo se conforma un Comité de lucha, con dos delegados obreros por fábrica: Acíndar, Metcon, Marathon y Vilber. También declaran la huelga los obreros de la textil Cilsa, la Unión Ferroviaria y La Fraternidad.
Del Comité participan también organizaciones políticas, entre ellas el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), la Organización Revolucionaria Poder Obrero (ORPO), el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y Montoneros.
"Se rompió la paz. El verdadero objetivo de la represión era descabezar a nuestro movimiento por el delito de ir consiguiendo conquistas para los trabajadores", sostenía el primer comunicado del Comité.
La huelga metalúrgica del sur santafesino se extendió a lo largo de 59 días, con el apoyo de los pequeños comerciantes de la zona, abarcando -entre otras localidades- a Arroyo Seco, Villa Diego, Rosario, San Nicolás y Figueras.
El 1 de abril llega el nuevo interventor de la delegación de la UOM, designado por el Ministerio de Trabajo: Simón de Iriondo, quien -como lo recuerda Victorio Paulón- "se paseaba con una propaladora llamando a aplastar la víbora roja de la subversión".
Una semana después, Iriondo es reemplazado por Alberto Campos, designado directamente por la UOM Nacional. Los telegramas de despidos se multiplican. El secretario de la OUM nacional, Lorenzo Miguel, declara por esos días que el conflicto "no es gremial, porque nosotros no tenemos problemas gremiales. Lo que dan los diarios es una leve pauta de lo que sucede en la línea roja del Paraná". El 9 de abril, el sector que responde a Miguel junta militantes, los lleva a la puerta de Acíndar -que seguía en paro- y amagaron con entrar a trabajar, cantaron el Himno Nacional y la marcha "Los muchachos peronistas", y se fueron.
El 16 de abril, un acto masivo en la Plaza Central de la ciudad da su apoyo al Comité de Lucha.
"Envalentonados con esa experiencia -relata Paulón- hicimos una marcha todavía más grande el 22 de abril, pero ahí la represión fue feroz. Estaba la fuerza especial de Los Pumas ocupando todos los accesos a Villa Constitución. A un micro que venía con militantes de San Nicolás lo mandan a Coronda; cuando las columnas se encaminan hacia la plaza empiezan los gases y los tiros. Había francotiradores en la torre de la iglesia y dos helicópteros del Ministerio de Bienestar Social de la Nación sobrevolaban la ciudad".
La concentración de ese 22 de abril había convocado a toda la región: alrededor de 17.000 personas movilizadas en las concentraciones. La represión policial arroja varios heridos y detenidos.
El 23 de abril un nuevo paro general repudia el accionar represivo.
Los paros y los actos públicos en solidaridad con los trabajadores de Villa Constitución se suceden en San Lorenzo, Rosario, Buenos Aires. Algunos de los detenidos son liberados, otros son trasladados a la cárcel de Coronda. Unos quince son destinados a la cárcel de Rawson: allí van los cinco dirigentes de la Comisión Directiva.

RECUERDOS DE LA MUERTE
Numerosos testimonios de trabajadores registran que la madrugada del 20 de marzo de 1975, cuando la ciudad de Villa Constitución fue sitiada por fuerzas represivas en el marco del llamado Operativo Serpiente Roja del Paraná -ordenado por el gobierno de Isabel Perón- el cura Samuel Martino festejó el comienzo del procedimiento haciendo sonar las campanas de la parroquia.
En ese marzo de 1975, y en los días posteriores de pólvoras y resistencias, cerca de 300 personas fueron detenidas, y decenas de obreros y militantes sociales fueron asesinados.
José "Pepe" Kalauz recordó que aquel día "la historia de Villa Constitución dio un giro brusco. La tranquilidad de la ciudad industrial se quebró, mientras 105 Ford Falcon atestaban las rutas en una procesión siniestra que el párroco de Villa, Samuel Martino, festejaría haciendo repicar las campanas". Desde ese día, cuanta Kalauz -que integró el Comité de Lucha organizado para acompañar la huelga y frenar la represión- "la cacería de dirigentes, militantes y activistas comenzó inmediatamente en manos de los matones de la Triple A y las fuerzas de seguridad que tomaron la ciudad por asalto. Sin saberlo, comenzaba nuestra epopeya y la huelga que duraría 60 días".
Los investigadores Agustín Santella y Andrea Andujar señalan en su trabajo "El Perón de la fábrica éramos nosotros" que "la Iglesia de Villa Constitución, al igual que luego lo haría la jerarquía eclesiástica durante la dictadura militar de 1976, apoyó la feroz represión, según se ha podido constatar en varias entrevistas. Muchos trabajadores comentaron que el cura Samuel Martino (que oficiaba las misas en la ciudad) 'hacía repiquetear las campanas de alegría cuando llegaron los Falcon' a Villa Constitución. Muchos relataron también que las campanas sonaban para tapar los gritos de los detenidos torturados en la comisaría".
"En efecto, si se camina por la avenida San Martín en dirección a Empalme, puede ver que la Iglesia principal y la comisaría de Villa Constitución comparten la misma medianera", concluyen Santella y Andujar.

COMO UNA SOMBRA SOBRE EL MUNDO
El 27 de marzo de 1975, la represión en Villa Constitución arrebata la vida de Ramón Alberto Cabassi. Dos semanas después, el 10 de abril, Miguel Angel Lobotti, obrero de Acíndar, cae fusilado en una cancha de fútbol, en la ciudad de Villa Gobernador Gálvez. Desde su muerte, hasta fines de 1976, se multiplicarán las muertes de obreros de firmas como Acíndar y Marathon, controlada entonces por el mismo grupo empresarial.

La lista de vidas mutiladas crece. El 18 de abril de 1975, Juan Carlos Ponce de León, canillita, y Adelaido Viribay, trabajador portuario, son asesinados en Villa Constitución. Los testimonios recogidos por la Conadep relatan que "un Fiat 1500 y un Ford Falcon ingresaron por el camino de Indape -otra firma controlada por Acíndar- y rondaron una casa donde se realizaba una peña. A las doce de la noche, se efectuaron varios disparos desde el Fiat 1500 que mataron al diariero Juan Ponce de León y al obrero portuario Viribay, Adelaido". Apenas unos minutos antes de los balazos, un apagón dejó sin luz las calles del barrio Galotto, frente a Acíndar.
Ponce de León era miembro de aquella peña que, semana a semana, se reunía, en las narices mismas del poder. La ráfaga de ametralladora disparada desde el automóvil lo alcanzó mientras servía las mesas donde un grupo de personas estaban cenando. Viribay, por su parte, era obrero portuario y jugador de bochas, oficio en el que representaba a varias instituciones de la ciudad en distintos campeonatos. Cayó muerto, por la misma ráfaga que quemó la vida de Ponce de León. Otro comensal resultó herido, y salvará la vida por un rasguño de la suerte.
"Estos compañeros -recuerda José Schulman- estaban desvinculados del conflicto, no tenían participación alguna. Lo que parecía un "error" y no tenía explicación dentro de fábrica en aquellos días, debe enmarcarse sin duda en el propósito de instalar el miedo en la población. Que nadie se atreviera a reunirse, a cantar, que no hubiera alegría en el pueblo".

Un día después, el 19 de abril, una marcha de obreros de Acíndar sobre el centro de Villa es atacada a balazos por personal enmascarado, que ocupaban autos de la Policía Provincial. La columna obrera había sido seguida también por un helicóptero de la Policía Federal, que despegaba desde el helipuerto de Acíndar.
El mapa de la muerte se extiende. Escribe el prólogo de la noche por venir.
La geografía de la impunidad marca sus costados más oscuros. Sus increíbles vértigos de pólvoras. Sus olores esenciales: el olor de los miedos. El olor de las muertes.

El obrero metalúrgico Rodolfo Ángel Mancini es asesinado entre el 30 de abril y el 1º de mayo de 1975. Como lo describe Osvaldo Aguirre, "acribillado a balazos y quemado en el interior de su auto, en Sarandí, provincia de Buenos Aires". Mancini era delegado en la firma Metcon, donde se había convertido en referente de la Lista Marrón. Al mismo tiempo, estudiaba por las noches en un bachillerato comercial, donde se había integrado al Centro de Estudiantes.
José Kalauz recuerda que Mancini "tenia un Falcon azulado, pues la fábrica era de la Ford y a fin de año vendía los coches de los directivos a los obreros, quienes para poder comprarlos hacían horas extras. Mancini solía llevarnos en su auto". En ese auto fue secuestrado, mientras viajaba, en algún punto de los dos kilómetros que separan a Empalme Villa Constitución de Villa Constitución.
En ese auto lo encontró el odio de las bandas terroristas que rasparon hasta el hueso la región.

EL LEGAJO 1770 DE LA CONADEP
El legajo 1770 de la Conadep reúne parte de las denuncias registradas en Villa Constitución, a partir de abril de 1975. Allí se registra el asesinato del canillita Juan Carlos Ponce de León, y el obrero portuario Adelaido Viribay, el 18 de abril; y el ataque a las columnas de trabajadores en la movilización del día siguiente, donde vehículos de la Unidad Regional local y personas encapuchadas balearon la movilización. El informe refleja los movimientos de un helicóptero de la Policía Federal que partía del helipuerto de Acíndar para controlar las manifestaciones. Queda registrado también que "la Policía Federal instaló un cuartel dentro de Acíndar. En él funcionaban entre 60 y 70 efectivos que cumplían guardias durante todo el día. En este cuartel se encontraba el oficial principal Mujica (de la Policía Federal montada), que recorría la ciudad en un auto Peugeot 504, color natural, sin patente, acompañado por efectivos de civil y por un "operario de Acíndar" de apellido Ranure".
Ese cuartel, instalado en el albergue de solteros de la firma, "era utilizado como centro de detención y ámbito para interrogatorios por la Policía Federal. Además, los efectivos instalados dentro de Acíndar no tenían ningún tipo de gastos, ya que la "fábrica" los proveía de todo. El mismo testimonio señala también una quinta (propiedad de Armando Ferrari), ubicada en Ruta 177 y empalme Villa Constitución, donde se reunían diariamente y de noche, directivos de Acíndar y altos jefes de la Policía Federal", reflejan los testimonios.
El documento relata casos de detenidos en operativos de ruta en el tramo San Nicolás-Villa Constitución, secuestrados y conducidos encapuchados hasta el cuartel ubicado en Acíndar.
El operario de Acíndar, Raúl Antonio Ranure, participaba de los "operativos nocturnos", conduciendo un Ford Falcon rural, celeste metalizado, sin patente, "que le había otorgado Acíndar para movilizarse". Ranure "había nacido el 16 de mayo de 1946, tenía libreta de enrolamiento 6.142.543 y había ingresado en Acíndar el 7 de marzo de 1970 con legajo 4591".
Uno de los testimonios reunidos por la Conadep agregó "haber visto una credencial color verde con la fotografía de Ranure que lo identificaba como Servicio de Inteligencia de la Policía Federal. Este era, justamente por haberse criado en la ciudad, quien indicaba las casas de los trabajadores que debían ser allanadas y aquellos que tenían que ser secuestrados".
El Peugeot 504 conducido habitualmente por Ranure y Mujica fue uno de los coches que participó de los secuestros de Concepción De Grandis, Carlos Ruesca y Julio Palacios. Ese operativo fue perpetrado la Triple A, grupo que "tenía su cuartel dentro de la jefatura de Villa Constitución y la policía estaba subordinada a ellos".
El comisario a cargo del Servicio de Inteligencia perteneciente a la Jefatura de Villa Constitución desde 1975 era Juan Carlos Rampoldi, quien prestaba servicios en ese momento a Acíndar, y continuó en esa actividad por lo menos hasta febrero de 1984. Rampoldi "tenía el organigrama completo de la planta y almorzaba sistemáticamente con el directorio de la empresa. Decidía y orientaba a los directivos acerca de quién podía o no entrar a trabajar en la misma".

SALTAR EL ALAMBRADO
La violencia estatal y paraestatal recrudece. José Bodrero consigna que "la derecha fue quien planificó toda esta represión. La derecha es gente capaz, inteligente y muy hija de puta. Por ejemplo, se dieron cuenta acá en Villa Constitución que lo primero que tenían que hacer era apretarnos y ser muy duros con todos los que no éramos obreros. Yo abogado, me dieron con todo, es decir me amenazaron, me difamaron, perdía clientes, me pusieron una bomba".
Como resultado de las amenazas y la bomba que le pusieron en su propia casa, el gremio le comunica que "no me podían cuidar y que era conveniente que me quedara en mi casa", recuerda el abogado. Al mismo tiempo su compañera, Cristina Monterrubianesi, militante docente, es encarcelada.
Roberto José "Pepe" Kalauz, que formó parte del Comité de Lucha como delegado de Metcon, relata que el conflicto registra dos etapas: "la primera cuando se toman las fábricas a partir del 20 de marzo, cuando entra el primer turno, como reacción a la represión en las casas y el encarcelamiento de los principales dirigentes. La gente va a trabajar, pero no trabaja, de hecho se ocupan las fábricas. No hubo huelga previa. Se arman asambleas y se decide ocupar las fábricas. Esto dura 15 días o más. Hay un ultimátum para desalojarlas. Resistir o no resistir. Si se habla de resistir era en serio. Había una tradición en el movimiento obrero metalúrgico, eran ocupaciones en serio, como la del '74. Después se hace una evaluación de la relación de fuerzas, se decide desalojar y desarrollar una huelga prolongada en los barrios. Esa es la segunda etapa de la huelga. Primero la ocupación, luego la intimación, nos vamos y comienza la huelga prolongada en los barrios".
Kalauz afirma que una huelga de esas características sólo puede sostenerse en el tiempo "por la identificación de la gente con la dirección sindical y su programa, con el que habían ganado el sindicato, y el sentimiento de tremenda injusticia que significaba esa masiva y arbitraria detención. Fue una confrontación de fuerzas, pero defensiva".
Y recuerda el paisaje del cobijo de toda una ciudad con sus hombres: "ibas a la noche a la casa de cualquier obrero, tocabas, decías quién eras y te dejaban entrar, no prendían la luz y te dejaban dormir. Si llegaba a venir alguien a buscarte, pasabas a la casa de al lado, saltabas el alambrado y la verdad que esa solidaridad no la he visto en mi vida ni creo que lo volveré a ver. Lo bien que te sentías de protegido cuando vos llegabas a un barrio".

LOS EMPRESARIOS PAGAN LA REPRESIÓN
Acíndar, como las grandes empresas de la región, colaboró en esos días activamente con la persecución de dirigentes y militantes gremiales y políticos. Así lo confirma -entre otros testimonios- el relato del ex-comisario de la policía federal, Rodolfo Peregrino Fernández, en su declaración ante la Comisión Argentina de Derechos Humanos, en 1983, donde desnudó la conformación y funcionamiento de la Triple A.
Fernández relató la represión ilegal en Villa Constitución contra los trabajadores de Acíndar, Metcon, Vilber y Marathon, como uno de los principales hechos llevados a cabo por la banda paramilitar. Agregó que el procedimiento fue comandado por el comisario Antonio "Don Chicho" Fischietti, quien había sido delegado de la Federal en la provincia de Tucumán, describió cómo se pagó dinero extra para generar las detenciones y posteriores torturas en el ex-albergue de solteros de la planta de Acíndar; y consignó que "al frente de los efectivos policiales regulares destinados en la zona rotaron los oficiales Salas, (Juan Ramón) Morales, (Jorge) Muñoz y otros".

"Las patronales de las industrias metalúrgicas instaladas allí, en forma destacada el presidente del directorio de Acíndar, ingeniero Arturo Acevedo, establecieron una estrecha vinculación con las fuerzas policiales mediante pagos extraordinarios en dinero. Acíndar se convirtió en una especie de fortaleza militar, con cercos de alambres de púas. Los oficiales policiales que custodiaban la fábrica se alojaban en las casas reservadas para los ejecutivos de la empresa...", señaló el ex-comisario.
"El presidente de Metcon, por ejemplo, retribuía con una paga extra de 150 dólares diarios al oficial de policía que dirigía su custodia personal, por un servicio de vigilancia no superior a las seis horas de duración", recordó Peregrino Fernández. Al mismo tiempo remarcó que "Acíndar, pagaba a todo el personal policial (jefes, suboficiales y tropa) un plus extra en dinero, suplementario al propio plus que percibían oficialmente los efectivos, tarea que estaba a cargo del jefe de personal, Pedro Aznáres, así como del jefe de relaciones laborales, Roberto Pellegrini", indicó.
Roberto Pellegrini se desempeñaba como Jefe de la División Personal de Acíndar; mientras que Pedro Raúl Aznares era en rigor el Subgerente de Relaciones Industriales de la firma, "un intelectual católico que iba a ser alto funcionario de Acíndar y uno de los que fundamentaba ideológicamente la represión. No estoy seguro de que haya participado directamente en las torturas y ejecuciones pero sí de que las planeaba y justificaba", recordó Tito Martín.

Para Victorio Paulón, el dinero de las empresas puestas al servicio de la represión revela la relación profunda del poder económico y el terrorismo de Estado: "No es complicidad, es protagonismo. Los grupos concentrados, las grandes empresas, son protagonistas de la represión", asegura. Y remarca otro protagonismo. El de los sectores ligados al sindicalismo más rancio: "En Villa Constitución, esa caravana que ocupa la ciudad por la vieja ruta 9, tiene como protagonistas además de la Federal y algunos integrantes de Prefectura, a los militantes de la Juventud Sindical Peronista, la JSP. Era el personal civil encapuchado que fue el que llevó adelante la mayoría de los allanamientos y llevó presos a los compañeros, más de doscientos fueron detenidos ese día. Y justamente, ese día, fueron detenidos todos los delegados paritarios. El mismo día que fue intervenido el sindicato de la UOM en Villa Constitución y también la Fotia, de Melitón Vázquez, los últimos dos baluartes del sindicalismo combativo y clasista que se habían formado en los años sesenta".

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Imagen: Archivo Alapalabra

 

 

 

 
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