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Por Pablo Álvarez / 16 de Noviembre de 2012
LA HISTORIA DE DELIA RODRÍGUEZ ARAYA
UNA ABOGADA PARA TIEMPOS CREPUSCULARES

El 17 de agosto de 2012 no fue un día cualquiera, aún para quienes eligieron mirar hacia otras esquinas. Ese día se presentó por segunda vez el libro que recuerda a Delia Rodríguez Araya, abogada, luchadora, mujer imprescindible en la historia de nuestra ciudad. Era de mañana y en el salón del Colegio de Abogados de Rosario, por iniciativa de su Comisión de Derechos Humanos, se presentó "Delia, la abogada militante", de Carlos del Frade. Con ausencias significativas entre los referentes de la institución, fue recordada la mujer sin la cual, tal vez hoy no serían posibles los juicios a los genocidas que con la tozudez de los organismos de Derechos Humanos, se llevan a cabo la región.


Audio: Carlos del Frade - Periodista y escritor



Un mural de voces, así definió el propio Carlos del Frade este trabajo enorme que surgió por iniciativa de Mariana Caballero, hija de Delia, y de quienes la conocieron, militaron junto a ella y trabajaron para dar a conocer el testimonio de su vida para las generaciones futuras.
Delia Rodríguez Araya nació un 22 de Mayo de 1929 en Rosario, y su historia hecha de luchas y abrazos clandestinos, es gran parte de nuestra historia colectiva.

-Cada jornada del Juicio -cuenta en sus páginas Ana María Ferrari- es un homenaje a Delia y a tantos que ya no están. Por eso cuando puedo ir, llevo alguna cosa que le haya pertenecido, un pañuelo, su cartera, una remera... como una manera de hacerla presente en un ámbito y una causa por la que vivió: la Justicia. ¡Me enseñó tanto y tantas cosas! Pero una se hizo carne en mí: hay cosas que no se pueden negociar.

De ese mural de voces elegimos hoy el texto de Esperanza Labrador, que recordó desde la ternura y el desgarro los pasos de Delia, una abogada militante y resistente:

VOCES / Por Esperanza Labrador. Madre de Plaza 25 de Mayo

En noviembre de 1976 asesinaron a mi hijo Palmiro, su compañera Graciela y mi esposo Víctor. Por ese motivo nos vimos obligados a abandonar el país en pocos días con lo que quedó de mi familia, para salvar nuestras vidas y regresar a España.
A los pocos meses, en febrero del 77, volví a la Argentina para tratar de encontrar a mi hijo Miguel Ángel, que estaba desaparecido desde septiembre del año anterior. Realicé, como muchos familiares, cantidad de averiguaciones sin ningún resultado. Junto a Nelma Jalil me integré a Madres de Plaza de Mayo en Buenos Aires, y viajábamos con frecuencia para participar de esa Asociación. Al mismo tiempo participaba de Familiares de desaparecidos en Rosario.
En 1979 llegaron amenazas de los servicios de inteligencia a la embajada española, y debí volver nuevamente a mi país. A los tres meses regresé a la Argentina porque no podía estar allá sin saber que había pasado con Miguel Ángel. No me importó lo que me pudiera pasar. Además venía el rey de España de visita, y yo quería estar para denunciar todo lo que había hecho la dictadura a la familia Labrador.
En una marcha que hicimos por la peatonal Córdoba hasta llegar a la Catedral, éramos un pequeño grupo de familiares. Yo iba mirando a una señora que me llamaba la atención, y ella también me miraba. Algo sentimos las dos.
Después me la presentaron y supe que era la Doctora Delia Rodríguez Araya. Una mujer educada, admirable, sincera, buena, que te demostraba su cariño. Te compraba con solo hablarte.
Tal vez nos quisimos desde el primer momento, porque ella compartía mi dolor por todas las pérdidas que yo había sufrido.
Delia estaba también muy apenada por el asesinato de su primo, defensor de presos políticos igual que ella.
En mi casa, estando todavía mis hijos vivos, causó gran impresión el asesinato del Doctor Felipe Rodríguez Araya a manos de la triple A, por la excelente persona que era y por la forma en que lo mataron. Mis hijos me contaron algunos detalles estremecedores. Si hubiera justicia tendrían que meter presos a todos los asesinos, por eso no debemos dejar la memoria aparcada, no debemos olvidar.
Delia ayudó mucho a las Madres, siempre se comportó como una compañera más.
En 1983 se formó el Equipo Jurídico de APDH y Familiares, y ella fue la responsable. Me tomó el testimonio, como a tantos familiares. Recuerdo que lo grabaron porque creía que era muy especial, por todo lo que habíamos pasado.
Dio la casualidad de que estaba en la Argentina con mi hija Manolí cuando Delia murió, y pude despedirme de ella y acompañar a su familia, a sus hijas que siempre han colaborado con las Madres. Fuimos con Élida de López, otra madre querida que se nos fue.
No se si fue una casualidad, algo nos unió desde el principio, y pude estar con ella en la despedida.

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Imagen: Archivo diario La Capital de Rosario.

 

 

 

 
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