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Por Pablo Álvarez / 9 de Noviembre de 2012
ESPERANZA LABRADOR
LA DULCE REBELDÍA

En pocos días se cumplirá un año de su partida. Aquel lunes 14 de noviembre, la noticia madrugaba para traernos la mala nueva: en la ciudad de Madrid, tan lejos y tan cerca, Esperanza Labrador nos había dejado. Pero cada jueves, sus palabras vuelven a convocarnos en la Plaza donde la ronda revive las voces que construyendo anticipan el futuro. A través de sus propias palabras, recordamos a esta luchadora enorme, inabarcable, que desde su propio nombre vuelve a encender en nuestros corazones lo mismo que nombra: la Esperanza.


Audio: Esperanza Labrador – Ana Moro



-¿Es usted nacida en Cuba? -preguntó una vez el Rey de Espadas, Jorge Rafael Videla.
-Seguro que habrá comido mucho arroz.
-Pues todo el que me ha dado la gana- respondió Esperanza, mirando siempre a los ojos del uniformado que, acaso, se habría querido convencer de que llegaría el momento en que esa mujer por fin se canse de tanta negativa, tanta espera, tanto cerrojo, laberinto y candado.
-Pero ustedes allí en España tienen al más torturador de todos -replicaba el Teniente General.
-No mucho más torturador que ustedes, y... ¿más asesino?, mucho menos.

Así respondía Esperanza, que supo sobreponerse como nadie para enfrentar a los verdugos, en la puerta misma de los infiernos.
Nació en la isla con forma de lagarto, hace 90 años, en la ciudad colonial de Camagüey. Vivió su infancia en San Esteban de la Sierra (Salamanca. España) Corazón errante, desde muy pequeña supo de ausencias, con la temprana muerte de su madre y la partida de su padre que la dejó en cuidado de una familia sustituta para volver por ella tiempo después.
Fue recién a partir de 1950 que se embarcó hacia Rosario con su marido, Víctor Labrador, y tres de sus hijos, para volver a empezar. Hablar de la vida de Esperanza es hablar de sus mudanzas, para contar su historia es necesario embarcarse a otras orillas, una y otra vez.

INFIERNO EN PRIMAVERA
Así llega septiembre de 1976. Miguel Ángel Labrador Pérez, el hijo más pequeño de Esperanza, desaparece; y días después son asesinados su marido, Víctor Labrador, su hijo Palmiro Labrador Pérez y la compañera de este último, Edith Graciela Koetz. Al poco tiempo, el general Leopoldo Fortunato Galtieri se lamentará, pero sólo por la muerte de su marido Víctor: "Se trató de un lamentable error".
Esperanza nos contó alguna vez haber visto al mismo diablo, cuando el grupo de tareas al mando de José Rubén Lofiego se presentó en su domicilio tras la desaparición de Miguel Ángel, era el diablo en persona que arrasó con toda la familia, y mostró su semblante así de omnipotente, sin cuernos y sin tridente pero con sus enormes anteojos culo de botella.

CIELO BLANCO
Pero la tormenta nunca pudo borrar esa sonrisa que sacudía e iluminaba, esa voz áspera y dulce que también cantaba coplas y decía versos del romancero español.
Jamás consiguieron derrotarla. Junto a su hija Manolí, junto a las Madres, mantuvo la lucha inclaudicable, consiguió que Leopoldo Fortunato Galtieri y otros represores sean citados por el Juez español Baltazar Garzón y sean por siempre llamados asesinos de lesa humanidad.

-Yo muchas veces pienso cómo estaremos vivas las madres, cómo estaremos vivas con todo lo que hemos hecho, cómo hemos jugado con la muerte... Esperanza se pregunta y Manolí nos dice que los asesinos nunca contaron con las Madres. Nunca habrían podido imaginarlo.
El movimiento de las Madres no se terminará nunca. Es para toda la vida.

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Imagen: Alapalabra

 

 

 

 
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