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Por Jorge Cadús / 26 de Octubre 2012
35 AÑOS DE ABUELAS DE PLAZA DE MAYO
LA HISTORIA DE DARWINIA

Las Abuelas de Plaza Mayo conmemoraron el pasado 22 de octubre 35 años de existencia, búsquedas y abrazos. 107 nietos han recuperado en este tiempo su verdadera identidad, gracias al trabajo incansable de estas abuelas-detectives, como las definió Eduardo Galeano. En Rosario, la larga batalla de Darwinia Gallichio por recuperar a su nieta se constituyó en un caso paradigmático de la lucha de nuestras queridas Abuelas. A poco de cumplirse cuatro años de su muerte, recordamos parte de esa historia.


Audio: Darwinia Gallichio – Abuelas de Plaza de Mayo de Rosario



El viernes 28 de noviembre del 2008, Darwinia Mónaco de Gallicchio decidió que ya estaba bien de fatigar estos arrabales. Y partió entonces hacia otros lugares, a encender a otros fuegos, a reencontrarse con sus viejos compañeros.
Había nacido el 30 de mayo de 1925, hija de un padre anarquista que le marcó a fuego sus sueños desde el mismo nombre que eligió para su hija. Ella supo dar continuidad a esos sueños.

En los innumerables jueves de marcha, en las largas charlas en su casa, rodeada de compañeros de lucha o de sus tesoros rescatados del olvido, Darwinia solía repetir: "yo era una chica tranquila, con una adolescencia regia, con un noviazgo hermosísimo... si alguien alguna vez me decía que iba a vivir todo lo que viví, que mi vida iba a cambiar tanto, no lo hubiese creído".
Todo lo que vivió Darwinia es parte fundamental -y fundante- de la historia reciente del país.
Su nieta, Ximena Vicario fue secuestrada cuando tenía apenas ocho meses de vida, y había viajado a Buenos Aires en los brazos de su madre, Stella Maris Gallicchio, de 23 años.

En una nota publicada en el diario La Opinión, de Río Negro, el sábado 1 de marzo de 2003, el periodista Jorge Gadano recordó a Stella y su compañero, Juan Carlos, "a quienes había dado albergue y refugio en su departamento del barrio de Flores, en la Capital Federal, durante el segundo semestre de 1976".
Escribe Gadano: "ella se llamaba Jose -así, sin acento- y él Lorenzo. Supe ahora, por el aviso de un diario, que sus verdaderos nombres eran Stella Maris Gallicchio y Juan Carlos Vicario".
Jorge Gadano, su esposa de entonces y sus dos hijos partieron al exilio a fines de diciembre del 76.
"La Jose, entonces embarazada, y el Lorenzo, se quedaron", cuenta el periodista.
El 5 de febrero de 1977 un grupo de tareas del Primer Cuerpo de Ejército, bajo el mando de Carlos Suárez Mason, irrumpió en el departamento.
Casi al mismo tiempo, un operativo de las llamadas "fuerzas conjuntas" secuestraba a Juan Carlos Vicario. Ese mismo 5 de febrero, Ximena fue abandonada en la escalinata del Hospital Casa Cuna "Pedro Elizalde". Junto a ella la patota de la dictadura dejó un cartel: "soy Ximena Vicario, hija de guerrilleros, hoy mataron a mis padres".
La niña fue apropiada en forma ilegal por una hematóloga que trabajaba en el lugar: Susana Beatriz Siciliano.

Darwinia -junto a su marido, Carlos Pedro Gallicchio- comenzó el largo recorrido de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Se entrevistó con coroneles y generales, con sacerdotes cómplices y jueces corruptos.
En octubre de 1980, a fuerzas de tristezas, Carlos murió y Darwinia continuó con la búsqueda de Ximena, viajando cada semana a Buenos Aires. La compleja maraña de impunidades construida por la dictadura y certificada por las democracias que le siguieron fue lentamente desarticulada por esta mujer maravillosa.
En 1983 ubicó a su nieta. Y en enero de 1989, el juez federal Juan Edgardo Fégoli hizo efectiva la orden de la Sala II de la Cámara Federal de Buenos Aires, que dispuso la restitución de la menor, entonces de 12 años, a su abuela materna.

Ximena se transformó en una de las primeras nietas recuperadas.
Símbolo de un país que reencontraba su verdadera identidad.
Pero nada fue fácil para la abuela del pañuelo blanco que buscaba y para la nieta que aguardaba el encuentro con su sangre. "Sufrimos muchos las dos, en los primeros encuentros todo era reproche, todo era feo, era una nena que venía con toda la bronca... fue comenzar una nueva vida. Mi nieta me decía que todo era un desencuentro, hasta que nos dimos cuenta que nos queremos y mucho", relata Darwinia.
Hoy Ximena vive en Buenos Aires, donde se sumó al trabajo de las Abuelas.
Darwinia repetía que esa lucha, intensa, tenaz, le había cambiado la vida: "yo no sabía que tenía el coraje y la fuerza para salir a la calle, a buscar a mi hija y a mi nieta, a golpear las puertas que fueran necesarias, y a pelearme con quien fuera".
Como también le gustaba decir: "cambié mis uñas por garras, pero como decía el Che, me endurecí sin perder jamás la ternura".

Elena Belmont, Madre de la Plaza y compañera de lucha, la supo describir como una leona de volcánicos pasos: "vagabunda, sabedora de todos los caminos rompiendo los zapatos mientras tus pies buscaban esos días tranquilos sin balas, sin metrallas, sin manos asesinas".
Tal vez han llegado para Darwinia esos días tranquilos.
Muchos de nosotros seguimos sintiendo que su coraje, su ternura, su fuerza, nos hacen mucha falta.
Fue Darwinia quien nos enseñó que el pañuelo de las Abuelas de la Plaza tiene alas.
Que puede alzarse sobre tiempos, alzarse sobre distancias.
Y alcanzarnos. Y abrazarnos. Y protegernos.
Se van a cumplir cuatro años de la partida de Darwinia hacia otras esquinas.
Y hoy la soledad es un pájaro con las alas rotas.

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Imagen: Carina Barbuscia sobre fotos Alapalabra


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
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