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Jorge Cadús / 24 de Agosto de 2012
LA POESÍA VIVA DE LAS MADRES
TODAS LAS LLUVIAS DE ESTE MUNDO

Poema: Marta Hernández. Memoriosa de ti.


La Editorial Municipal de Rosario editó hacia finales del 2007 un libro que reúne los poemarios "Todo te sobrevive", de Elena Lucas Belmont (1916/2005), y "Poemas", de Marta Claverie Hernández (1922). En una ciudad que llueve interminablemente, Elena y Marta se encuentran, otra vez como tantas veces, al amparo de la palabra. En la noche invadida de ausencias, Marta y Elena, Madres de Plaza 25 de Mayo, conversan largamente sobre el poder y la muerte. Sobre el amor. Poesía viva, escrita con los propios cuerpos en marcha.

I
Elena nos contó la historia. El largo camino de su llegada a Madres, en arrabales de dolor y de tristeza.
Nos contó de la mano tendida de Marta. De las charlas compartidas en mitad de la noche del terror.
"Yo conocía mucho a Marta Hernández. La conocía de cuando trabajaba en la escuela en Fisherton. Yo hacía teatro con los chicos, aparte, y los chicos venían a ensayar a casa, fuera del horario escolar. Marta venía a buscar a su hija. Conversábamos así, como vecinas, nada más. Después nos vimos varias veces. Cuando yo supe lo de Marta, lo del hijo de Marta, entonces fui a verla. Ella estaba desconsolada...", contó Elena.
Era octubre de 1975, y el prólogo de sangre del tiempo por venir arrancaba la vida de Juan Sebastián Hernández. Es Marta quien pone en palabras aquel desgarro: "vacía está la casa / perturbada por su propio silencio / y voy / como una luz alucinada / despertando recuerdos".

II
Poco menos de un año después, la dictadura militar quemaría la vida de Carlos Alberto Belmont.
Ahora es Elena quien deshace el silencio.
"Si mi dolor estallara en mi garganta", suplica en sus poemas.
Hermanas en el dolor, Elena y Marta volvieron a encontrarse.
Fue entonces que Marta habló por primera vez a Elena de las Madres de los pañuelos.
"Marta me dijo: es un compromiso grande, hay que estar, hay que luchar. Entonces yo digo, no lo puedo abandonar a mi marido, fueron sus últimos años. Después de su muerte me incorporé a Madres. Y me sentí muy bien, porque -a pesar de que estábamos todas muy apenadas- ese dolor de los otros, pensar que el dolor de uno es también el dolor de los demás, tranquiliza. No sé muy bien cómo explicarlo. Pensar que no sólo le pasó a una, pensar que les pasó a treinta mil Madres. Y la lucha, claro. La lucha que es como una catarsis, como una descarga, a mi me hizo mucho bien. Me hizo mucho bien. No obstante que mi esposo fue muy compañero, muy compañero, y en ese sentido también me hizo mucho bien. Porque yo estaba perdida, me acuerdo que lo seguía, por donde iba él, lo seguía, porque me sentía perdida. Y bueno, ahí empezó la lucha..." recordó Elena en una temprana tarde, un agosto tan cercano como su letra misma, dulcísima y azul.

III
"No me someto a este silencio gris", definirá Elena en su poesía.
Porque "tanto recuerdo del silencio hiere / en esta tierra humilde que no hiere".
En las tardes de jueves y ronda, Marta comparte el fervor de la palabra. La pasión por decir.
La conversación con ese hijo suyo arrebatado en mitad de los mejores sueños.
La respuesta cálida a esa voz "que me llama pero no me nombra".
Su propia voz, que "se amarra en su gemido", esa misma voz apagada que enciende, esa voz que "en su propio lamento se amordaza".

IV
Marta escribe en diálogo permanente con el hijo ausente.
Con ese hijo "apostado en el norte de mi alma".
Escribe, "quebrada y oscura, en rebeldía, / soñando que tu voz me dirá un día / que en esa rebeldía está tu calma".
"Eres mi rebeldía. Eres mi modo de protestar la vida", escribe Elena.
Escribe con sus dientes "que rechinan / y arrancan las palabras / con hambrientos aletazos calientes / que enloquecen mi lengua y mi garganta".
Escribe sobre ese hijo arrebatado, "porque su sangre / valiente y generosa / se abrió como una rosa / en primavera".

V
"Y siempre, siempre, escribiendo. Me hizo muy bien escribir", contaría también Elena aquella tarde de agosto. "Cierta vez conversé con un psicólogo amigo, y entonces él me preguntaba qué hacía, cómo me encontraba. Yo le decía que escribiendo me encontraba bien. Él vio las poesías, y me dice 'bueno, esto está muy bien, a mi me interesa mucho esto, pero tiene que salir de este tema. Salga del tema de su hijo. Escriba otras cosas'. Y así fue. Escribí otras cosas, y así fue. Me fui tranquilizando".

VI
"Y no será fusil, sino clavel que parte de la tierra / y se enrosca a los hijos como hiedra", cuenta Elena. Habla de las Madres, que "depositan los arcos de sus cuerpos / hasta que restituyen la memoria". Y amorosa, firmemente, discute con el mismo Raúl González Tuñón, a quien dice en el mismo poema: "desde arriba no se fusila al mundo / para que pueda ser totalmente libre / bajo el limpio azulado de su cielo".

VII
Elena partió hacia arrabales mejores en mayo del 2005.
Marta vive hoy en Buenos Aires, aquejada de una dolorosa enfermedad.
Padece la memoria a manotazos, latigazos de fervor, la melancolía dulce que se esconde en los olvidos.
En ocasiones, las esquinas de Rosario se sienten cansadas de tanta ausencia.
Y es en los días de lluvia que puede escucharse el llanto ahogado de una ciudad desamparada.

VIII
Junto al papel flamante de la notable edición de la EMR, otros papeles gritan historias ajadas.
Encuentros más allá de este libro, que las reúne una vez más.
Desde el fondo mismo de la poesía y el misterio se abrazan Marta y Elena, bajo la lluvia ajena.
Otros papeles que registran ya las marcas contundentes del paso del tiempo.
Amarillento en los bordes, el trazo tenue de un lápiz adolescente deja apenas entrever la enorme sensibilidad de la piba que conversa con la lluvia.
Elena tiene 14 años, y conversa con la lluvia. Escribe entonces Elena:
"Tranquila lluvia en cuyas aguas duerme y sueña una vida en movimiento. / ¿Tendrás, lluvia, condiciones humanas?/ ¿Por qué, entonces, me contagias con tu tristeza y tus gestos mojados y tu ruido de llanto?/ ¿Tu líquido elemento y tu prodigio?"
¿Habla con la lluvia Elena? ¿No habla con Marta? ¿No comparten la lluvia y el agosto y la luz dulcísima y azul? ¿No se encuentran en el transparente corazón de la lluvia, desde siglos de resistencias y utopías?

IX
Escribe Marta en uno de los poemas reunidos en el libro: "Rosario llueve ahora / llueve sobre mi vida / y hace tanto que llueve / que estoy humedecida de su cielo"
Desde hace tantos años atrás, Elena tal vez le contestaba: "Lluvia blanca, espaciada, silenciosa / Perduras en el mundo de las cosas normales. / Sigue cayendo lluvia, tristemente, como todas las lluvias de este mundo".


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