Por Carlos del Frade / 11 de Octubre de 2012
EL ROSARIO DE GALTIERI Y DE FECED
EL ROBO A LOS TRIBUNALES
El lunes 8 de Octubre de 1984, en horas de la
madrugada, se produjo en los Tribunales
Provinciales de la ciudad de Rosario un robo que
resultó parte de una operación en la que también
se forzaron dos domicilios particulares. De allí
se llevaron 150 expedientes con las identidades
verdaderas de los integrantes del Servicio de
Inteligencia del Comando del Segundo Cuerpo del
Ejército, principal grupo de operaciones durante
el Terrorismo de Estado en la región, y también
más de cien balances de empresas que
contribuyeron económicamente con el genocidio en
la zona del litoral. Parte de una crónica que
sigue reclamando Juicio y Castigo.

FECED DE VACACIONES Y ZONA LIBERADA
En 1999, quince años después del robo de 150
expedientes de los tribunales provinciales que
contenían información sobre balances de las
empresas vinculadas con el terrorismo de estado
en la región y el registro de las dobles
identidades de los que participaron de la
represión, dos testimonios revelan la
construcción de una “zona liberada” para que se
produzca el asalto con total tranquilidad.
La compañera durante 17 años de Agustín Feced,
indicó que esa noche estaba volviendo junto al
ex comandante de Gendarmería de una semana de
convivencia en Corrientes. El ex jefe de la
policía rosarina durante la dictadura tenía
prisión preventiva rigurosa y no podía circular
por ningún lugar del país. Para la mujer el día
“que se limpiaron los tribunales pudo haber
estado gente del Viejo”.
Alfredo Di Pato, único testigo civil del robo,
informó que “días después de la denuncia” que
hizo ante el juez Ernesto Navarro dos hombres le
dijeron que “lo pensara” por su bien, porque “en
definitiva, todo esto está armado”.
Ambos relatos apuntan la responsabilidad
política sobre el entonces ministro de gobierno,
Eduardo Cevallo. La policía no estaba
protegiendo la zona de Tribunales y Feced que,
supuestamente debía estar preso, paseaba por la
región como en sus mejores tiempos.
LAS VACACIONES DE FECED
Agustín Feced, ex comandante mayor de
Gendarmería Nacional, fue jefe de la policía
rosarina entre el 8 de abril de 1976 y marzo de
1978.
Fue imputado de centenares de desapariciones, no
solamente en Rosario, si no en toda la geografía
santafesina.
El 28 de enero de 1984 se presentó ante los
tribunales federales para prestar declaración
sobre los cargos recogidos por las denuncias
trabajadas por la Conadep.
Primero fue encerrado en el Hospital Español,
después en el Granadero Baigorria y por último
en el edificio de Gendarmería en la Capital
Federal. Su estado era prisión preventiva
rigurosa.
“Ese día nosotros estábamos volviendo de una
semana que habíamos pasado en Corrientes. El
Viejo estaba muy bien de salud, aunque tenía el
espíritu quebrado”, explicó la mujer que
compartió 17 años de su vida con el principal
responsable del terrorismo de estado en la zona
del Gran Rosario.
Según su testimonio, “cuando se limpiaron los
tribunales seguro que había gente que trabajó
con el Viejo”.
Tenía razón: el responsable de la investigación
fue Alberto Gianola, por aquel entonces subjefe
de la policía rosarina, un ex colaborador e
integrante de la patota de Feced ascendido por
la administración Vernet - Cevallo.
El ministro de Gobierno provincial ya le había
permitido verlo al comandante cuando estaba
prohibido hacerlo en los hospitales Español y
Granadero Baigorria.
Hasta el presente, Cevallo nunca aclaró qué tipo
de protección le dio al material secuestrado el
viernes 5 de octubre por el juez Fermoselle, por
qué no hubo patrulleros en torno a la zona de
tribunales ni qué criterio utilizó para que
Feced recibiera visitas prohibidas y pudiera
cruzar las provincias del Litoral con total
impunidad.
“ESTABA TODO ARMADO”
Faltaban quince minutos para las tres de la
mañana del lunes 8 de octubre de 1984. Alfredo
Di Pato avanza a bordo de su Fiat por Balcarce
entre Montevideo y Pellegrini. Le llaman la
atención tres automóviles estacionados frente a
los tribunales. Un Falcon verde, una camioneta
Dodge cremita con cúpula alargada y un Peugeot
negro con dos hombres sentados en la parte
posterior y una mujer de pelo negro lacio
adelante. Llega al semáforo de la avenida y
decide observar con el retrovisor.
Un hombre vestido de policía le alcanza un
paquete de color anaranjado a otro de civil,
robusto, alto que bajó del Peugeot junto a la
mujer. Vuelve la luz roja. Di Pato no puede
esperar más. Ve que el bulto es despositado en
la camioneta.
Cuando llega a la esquina de la pizzería “Splendid”,
en Pellegrini y 1º de Mayo, busca al patrullero
que estaba allí todas las noches. No encontró a
nadie.
Llamó a la policía y colgó. “Me di cuenta que
era una zona liberada. Por eso hicieron todo con
tanta tranquilidad”, contó Di Pato quince años
después.
El entonces delegado de la vieja Entel decidió
declarar lo que vio ante el juez Ernesto
Navarro.
Al poco tiempo dos hombres jóvenes lo cruzaron
por la calle: “Te lo decimos por tu bien. No
hablés más. Pensalo. Si vos sabés, en
definitiva, que esto está todo armado”.
También un taxista se dio vuelta y le increpó:
“Vos fuiste el que declaraste por el robo de
Tribunales”.
Salvo los íntimos, nadie sabía que Di Pato
prestó testimonio en la causa. Sin embargo su
cara, sus dichos, eran conocidos en determinados
ambientes de la ciudad.
Nunca más lo molestaron. Tampoco lo volvieron a
citar para ampliar su declaración.
LA VERSIÓN OFICIAL
Era la 1.30 de la madrugada. El agente de
policía Juan Aguirre, por aquel entonces de 22
años, estaba de guardia en los tribunales
juntamente al sargento Demetrio Flores.
Sonó el timbre. Fueron a ver. Dos uniformados,
-"con nuestro azul", como diría Aguirre- uno de
ellos con un cuaderno que ellos identificaron
como los que habitualmente se usaban para llevar
citaciones y documentos a los tribunales.
-Traemos unos oficios de la quinta para el
juzgado en turno.
El sargento Flores abrió la puerta. En ese
momento, el otro exhibió una metralleta tipo "pam"
(pistola automática mediana).
-Quédense quietos o son boleta.
Les dicen que si llega a haber otro guardia los
"amasijan". Los tiran al piso, les vendan los
ojos. Suena el teléfono. Del otro lado de la
línea piden información sobre qué juzgado está
en turno. Le hacen responder al sargento Flores.
Los llevaron a una oficina. Les ataron las
piernas a la altura de los tobillos y de las
rodillas. Los policías perdieron la noción del
tiempo. Alrededor de las cinco de la mañana
llegó el ordenanza, Vittore, inconfundible por
su silbido. Los desató. Después llegó la
empleada del registro de inspecciones, Ramona
Mansilla. Lo llamó al comisario Teruel.
"Me manifestó que habían copado el tribunal y
que al personal lo habían encontrado atado en la
guardia no presentando lesiones algunas", dijo
el oficial en sus declaraciones.
LO ROBADO
El doctor Francisco Martínez Fermoselle,
cuando le informan de lo sucedido, sabe que se
trata de los documentos secuestrados en los
allanamientos realizados en lo domicilios de
Walter Pérez Blanco, en Santiago al 1400, de
Eduardo Rebechi, en Dorrego al 1800 y de Teresa
Cobe. El juez declaró que fueron 150 los
expedientes robados y entre cinco o siete
televisores que estaban en lo de Rebechi, como
una cantidad de documentos imposibles de
determinar.
Por aquellos días, la Asamblea Permanente por
los Derechos del Hombres denunció que "no ha
sido este el primer robo que se concreta, ya
habían desaparecido cuatro bultos de la calle
Santiago al 1400, por lo que quiere decir que
hay un comando que aún tiene vigencia y actúa",
sostuvieron los representantes del organismo de
derechos humanos.
Indicaron que entre los elementos robados había
una "agenda de tareas con fotografías con los
nombres atrás, nombres de desaparecidos, y
nombres de los agentes de los servicios, como el
coronel Andrés Ribechi, Franciso Scilabra como
Federico Silver, Oscar Villegas como Omar
Roberto Vidal, Walter Peirano como Sergio Paz,
Walter Roscoe como Ricardo Ríos, Humberto
Pasqualis como Juan José Vasco, Germán Bueno
como Germán Benegas, Carlos Vivas como Carlos
Vidal, Ovidio Ju rez, Aldo Scorteche, Omar
Sciacia, Alfredo Barrera, Cacho Garella, Ana
Cristeler y Elsa Deliesche, secretaria de Pérez
Blanco".
EL EXPEDIENTE
El expediente que reúne las investigaciones
iniciadas por el robo concretado en los
tribunales provinciales rosarinos es el 648/84 y
comenzó el mismo día del hecho.
Hasta julio de 1996, tenía cuatro cuerpos y se
encontraba en el juzgado de Instrucción de la
13ª Nominación, a cargo del doctor Barbero.
La causa está caratulada como "Robo calificado,
privación de la libertad y sustracción de
documentos". El juez original fue el doctor
Ernesto Martín Navarro.
El doctor Francisco Martínez Fermoselle había
iniciado, como juez de Instrucción de la 10ª
Nominación, una investigación sobre los
implicados civiles durante la dictadura y que
revestían, en la mayoría de los casos, como
informantes de los servicios de inteligencia,
fundamentalmente, del Ejército Argentino. En
total se robaron 150 sumarios, varias máquinas
fotográficas y otros elementos.
Pero no solamente se robó el edificio de
tribunales, sino la casa de Dorrego 1638, donde
se habían encontrado agendas con los nombres de
colaboradores, identidades de los servicios
civiles y carpetas donde figuraban el cuadro de
situación y otros datos de diferentes empresas
vinculadas con la represión.
El encargado de llevar adelante la investigación
fue el Inspector Mayor Alberto Pablo Gianola,
uno de los hombres que había pertenecido a la
patota de Feced y que la administración Vernet
ascendió a subjefe de la policía rosarina.
Para Manuel Blando, ex presidente de la CONADEP
Santa Fe, al recordar aquel robo dijo que "daban
ganas de llorar. Nadie quiso recuperar esos
documentos que incriminaban a militares,
sacerdotes, empresarios y dirigentes políticos.
No hubo voluntad política para nada".
**//**
Imagen: Carina Barbuscia
|