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Por Grupo Editor / 28 de Septiembre de 2012
LOS JUICIOS EN SAN NICOLÁS
LA MEMORIA EN DONDE ARDÍA

El jueves 20 de septiembre, la marcha de las Madres de Plaza 25 de Mayo, de Rosario, sumó voces y pasos de varios protagonistas del primer juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en la última dictadura militar que sucedieron en San Nicolás. En aquella ciudad siderúrgica y obrera, la represión del terrorismo de Estado dejó también su contundente marca de pólvora y silenciamientos, de ausencias multiplicadas, de dolores y miedos. Sin embargo, la militancia permanente, la tozudez de un puñado de sobrevivientes, la insistencia cotidiana de un grupo de abogados comprometidos, fueron construyendo un conjunto de historias que comenzaron a tejer sus verdades en varias causas judiciales.

Audio: Manuel Gonçalves Granada - Nieto recuperado



Como lo señaló hace tiempo ante estos cronistas el fiscal Juan Murray, "en las causas que estamos investigando tenemos un número de detenidos desaparecidos, es decir, personas que han sido privadas ilegítimamente de su libertad y que no han vuelto a aparecer luego de su detención dentro de toda la jurisdicción del Juzgado Federal de San Nicolás. Esas denuncias oscilan mas o menos entre los 165 casos, y tenemos unos 40 o 45 casos más de privaciones ilegítimas de la libertad y torturas de personas que estuvieron en carácter de detenidos y desaparecidos y que después por diferentes circunstancias recuperaron su libertad".

El martes 3 de julio pasado comenzaron en el Tribunal Oral Federal Nº2 (TOF2) de Rosario las audiencias del juicio oral y público por crímenes de lesa humanidad registrados en la ciudad de San Nicolás, un proceso que reúne en un mismo juicio tres causas.
Por un lado, se reconstruye la historia de la llamada "Masacre de la calle Juan B. Justo" (Expediente N° 37/09: "Muñoz, Jorge Bossié, Antonio Federico y Saint Amant, Manuel F. s/Homicidio..."), ocurrida en la madrugada del 19 de noviembre de 1976, cuando fuerzas conjuntas (efectivos militares, de la Policía Federal y de las policías provinciales de Buenos Aires y Santa Fe) asaltaron una vivienda particular ubicada en la calle Juan B. Justo 676 de esa ciudad. En el operativo fueron asesinados Ana María Granada, Omar Amestoy y su compañera, María del Carmen Fettolini, y sus dos hijos: Fernando, de cinco años, y María Eugenia, de tres, quien falleció en el Hospital San Felipe de San Nicolás, poco después del operativo. Manuel, de tan sólo cinco meses, logró sobrevivir porque su mamá, Ana María, lo protegió en un placard. Fue apropiado y recuperó su identidad en 1995.

Por otra parte, durante el proceso se juzga el caso del secuestro y desaparición de militantes de la JP-Montoneros, ocurridos en los Barrios Trípoli, Don Bosco y Santa Rosa entre abril y mayo de 1977 (Expediente N° 151/09: "Saint Amant Manuel Fernando s/Privación ilegal de la libertad, torturas y desaparición forzada de personas").
En esa trama, se juzgan los homicidios de María Regina Spotti, secuestrada junto con sus hijos Víctor y Martín (entregados más tarde a sus abuelos) de la casa que compartía con su marido, Víctor Almada, el 21 de abril del 77; María Rosa Baronio y Eduardo Luis Reale, secuestrados el 4 de mayo de ese año; y la pareja de Horacio Arístides Martínez y María Cristina Alvira y su hermana, Raquel Rosa Alvira, secuestrados del domicilio particular del matrimonio el 5 de mayo. El hijo del matrimonio, Fernando Alvira, quedó al cuidado de un vecino, pasó al Batallón 101 y permaneció luego en un orfelinato hasta que fue entregado a sus abuelos maternos.

Al mismo tiempo, el juicio suma el caso del secuestro de José Emilio Mastroberardino (Expediente N° 93/10), propietario de la vivienda donde vivía la pareja conformada por Spotti y Almada. El hombre fue interrogado y sometido a torturas por las fuerzas al mando de Saint Amant.

Los imputados son el coronel retirado Manuel Fernando Saint Amant, en aquel entonces jefe del Área Militar 132 y del Batallón de Ingenieros 101 de San Nicolás; el coronel retirado Antonio Federico Bossié, jefe de Operaciones de la zona; y el ex comisario jefe de la delegación San Nicolás de la Policía Federal, Jorge Muñoz.

La red de la memoria se teje de recuerdos, de broncas, de insistencias, de susurros, de gritos y silencios. Se nutre en la disputa de lo callado con lo porvenir.
Allí Adriana Alvira (que sufrió la desaparición de sus dos hermanas y un cuñado) y su sobrino Fernando, quien fue secuestrado junto a sus padres y luego rescatado por sus abuelos.
Allí Beatriz Baronio, llegada desde Elortondo, hermana de María Rosa y cuñada de Eduardo Reale, desaparecidos el 4 de mayo de 1977.
Allí Víctor Almada, marido de Regina Spotti, víctima de la causa que se encuentra desaparecida.
Allí Omar Mastroberardino, sobrino de José, uno de los propietarios de la casa que alquilaban Almada y Spotti, quien también fue secuestrado por el Ejército.
Allí José María "Cholo" Budassi y Pablo Martínez, sobrevivientes que pasaron por numerosos Centros Clandestinos de Detención y pudieron identificar a diferentes víctimas de la causa.
Allí los vecinos de la casa donde ocurrió la Masacre de calle Juan B. Justo, algunos con memoria prodigiosa y solidaria, otros con una temerosa amnesia obligatoria, contando en sus olvidos el miedo que persiste.
Allí Juan Carlos Perazzo, vecino de la pareja conformada por Horacio Martínez y María Cristina Alvira, que después del operativo que secuestró a la pareja se quedó un tiempo con el niño, Fernando.
Allí Manuel Gonçalves Granada, hijo de Ana María y único sobreviviente -con cinco meses- de aquella masacre de la calle Juan B. Justo, y toda su lucidez política para señalar la urgencia de una justicia necesaria.

El jueves 20 de septiembre, muchos de esos pasos dejaron sus huellas en la Plaza 25 de Mayo.
Abrazaron y se dejaron abrazar por las Madres de los pañuelos, ejemplo y futuro.
Porque en las audiencias en los Tribunales rosarinos y en el Concejo Deliberante nicoleño, -que seguirán durante octubre- la memoria juega una partida buscando verdad, reclamando justicia.
De nada servirán las impunidades cotidianas que velan la historia, la prefieren bruma y mentira.
Hay quienes insisten. Han atado los primeros nudos de un tejido solidario y terco, dulce como el abrazo compañero. Y como ese mismo abrazo, firme.
Lo define Manuel Gonçalves: "Yo quiero que este país sea otro, y no puedo tolerar que los tipos que fueron a esa casa y la destruyeron estén libres. No nos corresponde como sociedad, no lo merecemos. Cuando llegan estos días como hoy encuentro sentido a haber sobrevivido, les pido que hagan lo que tengan que hacer, nada más".

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Imagen: Archivo Alapalabra
Para más información: El Diario del Juicio. http://diariodeljuiciorosario.blogspot.com.ar


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
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