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Por Grupo Editor / 21 de Septiembre de 2012
DE LAS MADRES AL ZAPATISMO
CHIAPAS, DESDE EL VIENTRE DE LA TIERRA

Elena Lucas Belmont fue poeta, docente, artista, artesana. Cazadora furtiva en todas las ramas del arte, la cultura y la militancia. La ternura y la alegría fueron su pan cotidiano, que supo brindar a manos llenas. En mayo del 2005 decidió agitar otras hogueras, trasnochar en otros arrabales, y partió. Nos dejó su palabra, lúcida y poética. Y su mirada siempre profunda, en viaje constante entre la memoria y la esperanza. Compartimos un texto que, escrito y leído por Elena en la Plaza, el 11 de noviembre de 1999, sigue hablando del presente.


Audio: Elena Belmont - Madre de Plaza 25 de Mayo



Por un lado el poder, la comida de sobra, la innoble indiferencia. Por otro lado la miseria, el que pide un bocado, el hambre, el que no tiene nada. Estos últimos, desde el fondo de las selvas, querían mostrar al mundo el reverso de un país que deseaba pasar al primer mundo queriendo tirar de un manotazo aquella máscara que siempre había cubierto tanta tragedia, tanta muerte.
Así revelaban no sólo la realidad de una tierra sino la de América entera.
Había una realidad ensoñadora que sueña donde lo mágico es tan real como el hambre y así, básicamente, indígenas y campesinos se rebelaron cansados de esperar y esperar, tiraron por la borda sus pesadillas aunque después siguieron en la misma selva, en la misma noche, en el mismo árbol. Todos y un sólo cuerpo. No hay rostros, no hay historias. Las mujeres cumplen su función.
Ellas fueron las mujeres negadas. Pero ellas revolucionaron el interior del movimiento no aceptando la degradación a que estaban acostumbradas. Son ellas mujeres que aman, odian y sufren. Son aventureras, locas, brujas, soñadoras. Ellas escucharon su llamado y con un intento estremecedor corrieron hacia él.
Rompieron con todo.
Y aquellas tierras arrasadas de miseria, quisieron ser libres.
El ejército aplastaba con sus armas. El hambre hacía nacer el coraje desde el centro mismo de la tierra y tal vez se preguntaría: ¿dónde está dios?

Este movimiento social, como todos los movimientos sociales, se va produciendo en las distintas etapas de la historia. Existe un fuerte comportamiento afectivo que entra en juego, planteándose un cambio de la situación social, no peleando contra bloques y estructuras como un todo sino que se organizan estratégicamente contra todo sistema de opresión, como el caso de Chiapas o el caso de las Madres de Plaza de Mayo, contra la opresión, la dictadura, la muerte. O la lucha de los Sin Tierra, intentando conseguir no solamente un pedazo más de tierra para sí mismos, sino el reconocimiento del derecho a la tierra como un valor más universal.

Y en el fondo de todo hay algo como de perpetua búsqueda.
Todos buscamos algo disconformes de nuestra condición humana, nos rebelamos, nos abatimos, sufrimos, amamos, odiamos, peleamos.
En un espacio libre, tal vez dentro de nuestra perpetua búsqueda, todo lo vemos como si fuera un espejo. Un espejo que ha llorado en la noche, y nosotros lo vivimos en una dimensión de luz porque se acerca a lo profundo nuestro, donde están las cosas en una oscuridad que no se sabe lo que es. El espejo se duplica en imágenes en un autoengaño en que queremos sobrevivir.
Dime espejo: ¿Escuchas el ruido de los hombres?
Me haces temblar al solo pensamiento de que caigas y tus pedazos rotos integren este mundo.
¿Puedes integrar pedazos de seres, pedazos de las guerras, de las revoluciones, de las luchas sin cuartel?
Me reproduzco en tu frágil cristal en una geometría de soles y sombras para decirte: ¡Hasta siempre espejo!
Y a todos los que luchan y luchando circunscriben nuestras vidas, tan fertilizadas con tantas palabras, decoradas con las gotas de lluvia, de la sonrisa, de la sangre. Me despido entre esta libertad de fugacidad, de la dicha y la continuidad de la esperanza de algún encanto, de este dulce encanto que es la vida.

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Imagen: Carina Barbuscia / Fotos: Alapalabra

 

 

 

 

 

 




 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
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