Rojo horizonte
por Antonela Scocco

ESPERANZA LABRADOR Y LA UTOPÍA EN LLAMAS. PRIMERA NOTA.

Aquellos de mente estrecha, los asesinos, pensaban que matándolos los iban a hacer desaparecer. Pero no fue así. Con la muerte los lanzaron al horizonte, y se selló para siempre toda esa lucha.
(Joaquín Núñez)

 

 

Las ausencias

Septiembre de 1976. Miguel Ángel Labrador se encontraba de viaje en el interior de la provincia. Esa fue la última vez que supieron de él.
10 de octubre de 1976. Un grupo de tareas a cargo de José Lofiego saquea violentamente el hogar de Víctor y Esperanza Labrador. En la casa de su hija Manolí harán lo mismo. Finalmente, en el domicilio de su otro hijo, Palmiro, simularán un tiroteo con éste, su esposa, Graciela Koatz, y Víctor. Días después les entregarán sus cuerpos.
Luego de lo ocurrido, la familia Labrador se va a España, su tierra natal. Más tarde, Leopoldo F. Galtieri diría al canciller español Vicente Ramírez Montesinos que Víctor Labrador fue un daño colateral. Miguel sigue desparecido.

 

Locas de dolor

Febrero de 1977. Esperanza siente que debe volver a Argentina a buscar a su hijo. Manolí le pide que no lo haga. No la escucha y vuelve.
"Una de las primeras con la que me encontré es Nelma Jalil que era con la que íbamos a Buenos Aires todos los jueves. Ahí ya nos ponemos el pañuelo y empezamos a venir acá. Íbamos las dos solas con el pañuelo. Si faltaba ella, iba yo sola. Faltaba yo e iba ella sola. Hasta que nuestras compañeras se fueron uniendo", señala Esperanza evocando sus primeros pasos en la ronda de las locas. Y con un brillo especial en sus ojos recuerda: "Íbamos a la plaza y nos insultaban: 'Viejas locas'. Pues sí, estábamos locas, locas de dolor, de dolor porque nos han matado a nuestros hijos".
Esperanza parece una mujer más. Pero su cuerpo ha sido testigo de una historia que cualquier mortal no es capaz de soportar. Es la Esperanza que, como tantas otras madres, hizo horas de cola frente de lo que era el Comando del Ejército para saber dónde estaba su hijo. La misma que se animó a gritarle en la cara a Galtieri: "¡Vivan los Montoneros!". La misma que recorrió todas las cárceles de la provincia preguntando por Miguel. La misma que le dijo a un policía que quiso estrechar su mano: "¡Sacá esa mano de ahí! ¡Esa mano está llena de sangre de mis pobres hijos!".

 

La historia se va cerrando

30 de Junio de 2005. Aunque muchos hayan querido ocultarlas y destruirlas, la justicia y la verdad poco a poco florecen. Esperanza confía que en nuestro país se hará justicia por las muertes de sus familiares. Entonces, por la mañana del jueves 30 se presentó ante el juez federal Carlos Vera Barros para reabrir la causa contra Galtieri y Feced. Y por la tarde, realizó aquello que, por el apuro de salir del país, no hizo cuando correspondía: cumplir con el sepelio de su esposo, su hijo Palmiro y su nuera. En un acto conmovedor presidido por el padre Joaquín Núñez, se esparcieron las cenizas -que hasta el momento estaban en el cementerio de Granadero Baigorria- en la Plaza 25 de Mayo. En aquella plaza que hace 28 años es testigo de su lucha, es donde la historia comienza a cerrarse.
Y como un símbolo de este cierre Esperanza, antes de irse nuevamente a España, entrega el pañuelo a Darío de Vicenzo, hijo de la desaparecida Mirian Moro. "Te lo doy con todo el cariño del mundo como si fuera tu madre", dice con los ojos llenos de lágrimas, pero con una sonrisa inmensa.


 

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