Brusa y sus amigos
por Carlos del Frade

EL PASADO ABIERTO EN SANTA FE

La detención del ex juez federal Víctor Brusa por delitos de lesa humanidad configura una nueva posibilidad para explicar por qué alguien tan vinculado al terrorismo de estado logró reciclarse durante la democracia. El relato forma parte del libro "Matar para robar, luchar para vivir", del autor de esta nota.

 

 

El Juancito le alcanza un mate al Cacho mientras éste trata de unir dos fierros con la soldadura eléctrica. Cacho dice que Juancito es un alcahuete, pero el alcahuete algún día llegará a chapista.

¿Así habrá sido la escena cuando el Curro Eduardo Alberto Ramos manejaba algo parecido a la soldadura eléctrica y el Culón Víctor Hermes Brusa le alcanzaba un mate?. ¿Tomaban mate o algo un poco más fuerte para tener el "coraje" de torturar a una adolescente desnuda?. ¿Los mates se los servía al Curro o al Juez Mántaras?. ¿O el Juez Mántaras era el alcahuete de Rolón, o éste de Galtieri?. ¿Y los mates de los Gobernadores Militares, quién se los tomaba?. ¿Y quién era el almacenero que pagaba la yerba?. Los que pagaban la yerba ¿eran los mismos que pagaban la luz de la "soldadora" eléctrica?.
¿Quién era quién?. ¿Quién el alcahuete y quién el chapista?

El asunto es que el alcahuete llegó a chapista.
Víctor Hermes Brusa acompañaba a Fernando Mántaras en sus recorridas por los centros clandestinos de detención. Allí tomaba declaración a los secuestrados torturados. Los amenazaba con golpes de karate y exhibiendo armas de fuego. No dejaba de ser un alcahuete que le llevaba el portafolios a su jefe y se hacía el guapito con las personas indefensas. Pero el alcahuete llegó a sentarse en el sillón de su jefe. Tuvo el raro privilegio de haber sido el último juez designado en acuerdo secreto del Honorable Senado de la Nación y el primero en ser destituido por el Consejo de la Magistratura. Y encima lo destituyen por pavo, no por alcahuete. Ahora el alcahuete que llegó a chapista sin saber manejar una lancha (¿sabrá soldar?), tendrá que dar explicaciones sobre sus alcahueterías.
Mántaras y Quirelli pasaron a mejor vida. Seguramente han tenido una muerte mucho más digna que muchos otros, rodeados de sus parientes y amigos, en la cama de un sanatorio privado, con la mejor atención médica que la Obra Social del Poder Judicial de la Nación haya podido pagar, y hoy sus deudos saben muy bien donde están sus tumbas. Pero no se preocupen, señores magistrados: acá están sus alcahuetes para representarlos.

Sí, alcahuetes en plural, porque Brusa no fue el único integrante del Poder Judicial al que la Fiscalía Federal le pidió la indagatoria. Lo acompaña Víctor Monti, su hoy enemigo y en tiempos más felices compañero en la platea del estadio del barrio centenario. Amistad que terminó en una escena de pugilato ocurrida en el mismo Cementerio de los Elefantes. Ajuste de cuentas, diría la crónica policial. Sobre las funciones de Brusa siempre imperó un equívoco, por él mismo provocado, siempre se presentó como secretario, mientras que el verdadero Secretario Federal era Víctor Monti.
Un secretario tiene en el expediente una función similar a la de un Escribano Público: "Da Fe" que las cosas ocurridas delante de él ocurrieron en verdad. Que el imputado fue informado de la acusación, que se les exhibieron las pruebas en su contra, que libremente eligió abogado defensor, que se le hicieron conocer sus derechos, que libremente y sin presiones decidió declarar, que sus dichos se vertieron fielmente en el acta sin omitirse nada y que firmaron libremente el juez, el imputado y su defensor. "Por ante mi, que DOY FE", dice la sacrosanta fórmula.

Pero resulta que la mayoría de los procesados recuerdan haber declarado bajo tortura, encapuchados, y obligados a firmar declaraciones que terminaron agregadas a los expedientes y prestadas: Por ante Víctor Monti, que dio fe. Es cierto que fue mucho más vivo que el otro alcahuete. Pero algunos testigos lo vieron en los centros clandestinos de detención, demostrando un amplio conocimiento de las desapariciones y las torturas, sin tomar las denuncias por apremios ilegales.

Sabemos mucho más sobre las picardías y torpezas de Brusa porque siguió siendo vecino de los santafesinos, pero Monti no se quedó conforme con lo que hizo durante la dictadura, y con un perfil más bajo, siempre intentó ir más allá. Trató de borrar las huellas del pasado, pero no del propio sino el de sus amos. Siguió una exitosa carrera judicial, que terminó como fiscal general en Mar del Plata, donde en el colmo de la perversidad se acercó "chapeando" a la filial de Abuelas de Plaza de Mayo ofreciendo sus servicios en la recuperación de los niños apropiados. No contó con que Abuelas tiene una abogada santafesina que sabía de sus orígenes.

Monti siguió siendo más vivo que Brusa. Cuando la Fiscalía pidió su indagatoria, se jubiló precipitadamente para evitar su enjuiciamiento y espontáneamente se presentó en la causa. Mucho no lo va a beneficiar. Los delitos por los que se le acusa no son excarcelables.
¿Compartirán, Brusa y Monti, el mismo calabozo?. Cuando estén en la Alcaidía de la Jefatura de Policía que hoy regentea la doctora Leyla Perazzo, ¿festejarán con los muchachos del inundado barrio de Santa Rosa de Lima los goles de Colón?. ¿Volverá la amistad?.
Probablemente, sí. Son astillas del mismo palo.
Los pibes son del palo.

Brusa y Monti fueron más allá de la falacia institucional que desde 1930 caracterizó al Poder Judicial frente a los gobiernos de facto y que con el golpe militar de Marzo de 1976 había tocado el fondo del mayor sometimiento que pueda pensarse. Brusa y Monti superaron la jurisprudencia obsecuente y cómplice de ocho años de barbarie, violencia y latrocinio, para ocupar un papel ejecutivo en la base del sistema represivo como uno más de "los muchachos de la patota".
El poder judicial federal santafesino no fue ajeno a la dictadura criminal. Fue un cómplice obsecuente. Magistrados, funcionarios y empleados fueron genuflexos ante el poder militar.

Tal vez sea una exageración y una ofensa para el Juancito tratarlos de alcahuetes. Éste es un laburante y aprendiz de un oficio honesto, va usar la soldadura para unir fierros, no para desgarrar la carne humana. Ahora falta preguntarnos si solamente en el poder judicial de la ciudad de Santa Fe hubo responsables de la represión ilegal. En el resto del País, ¿qué pasa?. ¿Será que fueron honestos trabajadores?.


 

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