En esta dulce tierra
por Ariel Palacios

Por primera vez en mucho tiempo, las voces silenciadas del modelo económico se reunieron para compartir experiencias, denuncias y proyectos. Para sumar resistencias y plantear sus reclamos en las narices mismas del poder. Esas voces son las que comienzan a delinear un debate que, a esta altura, se hace imprescindible: la cuestión de la tierra, para qué, para quiénes, para cuántos.

 

 

Los días 30 de junio y 1 de julio se desarrolló en Parque Norte, Capital Federal, el Congreso Nacional y Latinoamericano sobre Uso y Tenencia de la Tierra. Organizado por Federación Agraria, dicho congreso tuvo por objetivo instalar el debate acerca de esa Argentina en la que el 43% de su suelo productivo está en poder de sólo 4 mil propietarios, o aquella que en la década menemista barrió con más de 100 mil pequeños y medianos productores. Los cientos de asistentes, llegados a Buenos Aires desde distintos puntos del país y el exterior, le pusieron voz y sentidos a un encuentro que, para no variar, brilló por su ausencia en la agenda informativa de la mayoría de los medios de comunicación, y en donde el tema de la tierra se enlaza a un presente de historias arrasadas.

En diálogo con Alapalabra, el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Eduardo Luis Duhalde, no dudó en señalar que "la problemática del uso y la tenencia de la tierra, y la tierra en sí, forman parte de la lucha por los derechos humanos fundamentales". Entre otras cuestiones, Duhalde también confesó que "todos los días constatamos desde problemas puntuales a problemas generales como la concentración de la tierra, la extranjerización, la degradación del suelo, la expulsión de comunidades aborígenes de sus tierras centenarias. Los problemas en el sur con las compañías petroleras... En fin, la problemática es múltiple, diversa y grave".

A la luz de lo expuesto en este evento, desde Catamarca a Entre Ríos, desde Formosa a Río Negro, la geografía argentina aparece en su dimensión más brutal. Basta escuchar al mendocino Juan José Bravo decir que las zonas de San Carlos, Malargüe, San Rafael o General Alvear están comprometidas; basta oír al santiagueño Juan Marcelino Cuellar hablar de "topadoras que quieren pasar por encima de los ranchos"; basta repasar el testimonio del misionero Eugenio Casalaba denunciando que "solamente una empresa tiene el 12% de la mejor tierra de la provincia" para entender de qué se trata eso de un país en constante remate. Las 900 mil hectáreas que Luciano Benetton posee en la Patagonia lo confirman, lo mismo que las 500 mil que George Soros acumula en Buenos Aires, por citar apenas un par de ejemplos.

Pero las cosas, claro, no terminan ahí. Si advertimos que 7 empresas absorben el 80% de la producción láctea, o que 10 empresas manejan el 77% del negocio de la carne, o que entre 5 y 8 empresas controlan más del 90% de las exportaciones de harina y aceite de soja, amén de la elaboración de alimentos, estaremos en presencia de un proceso en que la concentración de la tierra tiene su correlato en otras áreas: primero, en la industrialización de sus productos, y luego en la comercialización de los mismos vía grandes cadenas de hipermercados.
En ese sentido, el economista y actual legislador nacional por Fuerza Porteña, Claudio Lozano, fue categórico: "esto comienza a darse orgánicamente a partir del golpe de Estado del '76. El tema del cultivo de trigo-soja conjunto, desplazando la ganadería, es la primera fase de una etapa que luego se profundiza con fuerza durante la década del '90 con lo que fueron las estrategias de apertura, desregulación y privatizaciones". Y concluyó: "hay un fenómeno de concentración y trasnacionalización que incluso si uno dejara la tierra como está, el proceso de explotación del suelo argentino no lo tenemos nosotros".

En ciertos sitios de tarjeta postal, esto ya lo saben hace rato: "en departamentos donde están ciudades como San Martín o Junín de los Andes el 70% de la propiedad privada está en manos extranjeras", relató Luis Tiscornia, docente de la Universidad del Comahue. O en la región tabacalera de Corrientes, tal lo detallara Juan Carlos Calarco: "de 20 mil productores iniciales se conservan algo más de 4.500", arremetió.
Y no eran únicamente cifras, eran las veces que no caímos en la cuenta que dos por tres se nos desplomaba uno, por todo derecho en esta dulce tierra.

 

 

A desalambrar

Entre 1988 y 2002, mediaron catorce años sin registros que dieran cuenta de lo que ocurría con la tierra en la Argentina y, por extensión, de la realidad de los derechos humanos y su ligazón al mundo rural.
El último Censo Nacional Agropecuario permitió comprobar que en esos catorce años desaparecieron en el país 123.796 pequeñas y medianas explotaciones. De ellas, 57.926 pertenecían a la región pampeana. Adentrándonos en la provincia de Santa Fe, los números muestran que entre 1988 y 2002 cayeron 9.487 establecimientos, panorama que lógicamente puede reconocerse en las estadísticas referidas a los propios departamentos: 312 en Caseros, 666 en Constitución, 562 en Rosario y 1.090 en General López.
Estos datos, referidos al sur provincial, son una síntesis de lo que ocurrió en todo el territorio santafesino en el marco de políticas que favorecieron la concentración de tierras y riquezas, hecho confirmado con el aumento de los promedios de hectáreas por explotación: de 300 hectáreas en 1988, se pasó a 400 en 2002. Es decir que hay menos propietarios, pero con más campo.

 

 

 

volver a Alapalabra Nº 4 . volver a todas las tapas

 

Números Anteriores

. Ver todas las tapas

. Año II Nº 10 Octubre 2005

. Año II Nº 9 Julio 2005

. Año II Nº 8 Marzo 2005

. Año II Nº 7 Febrero 2005

. Año I Nº 6 Noviembre/Diciembre 2004

. Año I Nº 5 Octubre 2004

. Año I Nº 4 Agosto 2004

. Año I Nº 3 Junio 2004

. Año I Nº 2 Abril 2004

. Año I Nº 1 Marzo 2004

 

 

Inicio . Noticias . Historia . Edición Papel . Archivo . Multimedia . Contacto

Alapalabra © Todos los derechos reservados